¿Alguna información? ¿Necesitas contactar al equipo editorial? Envía tus correos electrónicos a [email protected] o ve a nuestro formulario.
Pareja

Frases que destruyen una relación sin que te des cuenta

En una relación de pareja no solo hieren los grandes insultos. A menudo son pequeños comentarios diarios los que van levantando un muro silencioso entre dos personas. Una respuesta seca mientras se mira el móvil, un “ajá” automático, un “es que” en cada conflicto, pueden parecer detalles sin importancia y, sin embargo, desgastan la confianza poco a poco.

Psicólogas de pareja como Susana Ivorra recuerdan que las palabras y los gestos cotidianos son los que sostienen o rompen el vínculo. Cuando alguien siente que no le escuchan, que sus emociones se discuten o se ridiculizan, deja de sentirse seguro en la relación.

Por qué unas pocas palabras pueden destruir una relación

Una frase hiriente repetida muchas veces puede golpear más que una gran bronca aislada. Comentarios que restan importancia a lo que el otro siente, que ridiculizan o que usan etiquetas, van rompiendo la autoestima y alimentan el resentimiento. La persona deja de sentirse querida y empieza a preguntarse si su malestar tiene espacio en la relación.

Las parejas no se rompen solo por infidelidades o grandes traiciones, también por no sentirse escuchadas. Cuando uno intenta hablar y recibe un consejo rápido, una justificación o una burla, entiende que su emoción no importa. En lugar de acompañar lo que siente, se le ofrece una solución exprés o se le acusa de exagerar. Frases como “estás loca” o “siempre montas un drama” se acercan al gaslighting, ya que ponen en duda su percepción y su estabilidad emocional. La desconexión comienza en esos detalles pequeños, como contestar sin mirar a la otra persona o cortarla a mitad de frase.

Frases cotidianas que destruyen una relación sin que te des cuenta

Respuestas que cortan la conexión: el peligro del “ajá” y la escucha pasiva

La escena es muy habitual: una persona habla, la otra responde con un “ajá” mientras desliza el dedo por el móvil. El problema no es no poder atender en ese momento, el problema es fingir que se escucha. Ese gesto envía un mensaje claro, el tema de la pareja no es tan importante como la pantalla.

Con el tiempo, este patrón crea desconexión. La persona que habla se siente sola en presencia del otro, decepcionada y poco valiosa. Deja de compartir cosas pequeñas por miedo a ser ignorada. Una alternativa simple es practicar escucha activa: mirar, dejar el móvil a un lado y, si no se puede atender, decirlo con honestidad. Un “ahora no puedo concentrarme, en un rato quiero que me lo cuentes bien” transmite presencia emocional y respeto.

“Es que”, “siempre” y “nunca”: justificarse y exagerar rompe la confianza

Responder con “es que” ante cualquier queja suena a defensa automática. Si alguien expresa que le molestó ver los platos sin fregar y escucha “es que tuve un día horrible”, percibe que su emoción queda en segundo plano. En cambio, un simple “lo siento, los lavo ahora” valida el malestar y reduce la tensión.

Algo parecido ocurre con las frases absolutas. Comentarios como “siempre haces lo mismo”, “nunca me escuchas” o “nunca cambias” están cargados de exageración y no reflejan la realidad completa. Atacan la identidad de la otra persona y activan la defensividad. En lugar de abrir un diálogo, levantan un muro. La emoción legítima se pierde entre reproches desmedidos y ambas partes acaban discutiendo por las palabras usadas, no por el problema de fondo.

Foto Freepik

Comparaciones, etiquetas y consejos que hieren sin parecer insultos

Las comparaciones dañinas son otro veneno silencioso. Frases como “eres igual que tu madre” o “igualito que tu padre” se usan muchas veces para sacar a relucir defectos que la pareja compartió en un momento de vulnerabilidad. Cuando se lanza esa información como arma, la confianza se rompe de forma profunda.

Algo similar pasa con etiquetas como “estás loco” o “necesitas mucha atención”. No solo descalifican la emoción, también pueden generar dudas sobre la propia percepción, una dinámica cercana al gaslighting. Comentarios como “te voy a dejar si sigues así” o “nadie más te aguantaría” amenazan la seguridad emocional y plantan miedo a ser abandonado.

A esto se suma el clásico “lo que tienes que hacer es”. Muchas personas solo quieren ser escuchadas, no recibir un manual. Responder de esa manera invalida lo que sienten y coloca a quien habla en un rol de incapaz. Frases breves como “veo que esto te duele” o “entiendo que estés así” no solucionan el problema, pero transmiten respeto y cuidado.

Qué decir en lugar de frases que destruyen una relación

Cuidar el lenguaje en pareja no exige grandes discursos románticos, sino gestos claros de empatía y responsabilidad. Palabras sencillas como “lo siento” reconocen el daño causado y abren espacio para reparar. Preguntas del tipo “¿cómo te sientes?” muestran curiosidad real por el mundo interno del otro, no solo interés por que el conflicto termine rápido.

Expresiones como “entiendo” o “veo por lo que estás pasando” comunican que la emoción tiene un lugar seguro. Ofrecer un “¿en qué puedo ayudarte?” invita a la otra persona a decir qué necesita, en lugar de asumirlo y dar consejos no pedidos. Y frases de gratitud como “valoro mucho que hagas esto por nosotros” recuerdan que el esfuerzo del otro se ve y se aprecia.

Lee también:

Profesionales como Susana Ivorra insisten en que cambiar una palabra puede cambiar un clima entero. Cuando la persona lectora revisa su lenguaje diario y elige términos que acompañan, en vez de humillar o amenazar, la relación gana espacio para el cuidado, la complicidad y una confianza más sólida.

¿Le resultó útil este artículo?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *