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Insólito

Indignante: niño de 10 años pierde partes de sus dedos por una ‘broma’ de sus compañeros de clase

Un niño brasileño de diez años, alumno de la escuela Básica Fonte Coberta, en Cinfães, Portugal, entró al baño de su colegio y salió sin las puntas de dos dedos. Lo que algunos intentaron presentar como una simple broma entre compañeros terminó en una agresión con consecuencias irreversibles. El caso destapó un historial de bullying, discriminación y falta de actuación adulta que hoy indigna a familias en Portugal, Brasil y otros países.

Qué ocurrió en la escuela: así fue la ‘broma’ que terminó en tragedia

La mañana del incidente, el niño se dirigió al baño poco después de llegar a clase. Dos compañeros lo siguieron, entraron detrás de él y cerraron la puerta con fuerza. Presionaron la hoja de la puerta mientras la mano del niño quedaba atrapada en el marco, hasta que los dedos índice y medio de la mano izquierda fueron arrancados. La amputación fue inmediata, con dolor intenso y una lesión grave imposible de revertir.

El hecho ocurrió en la Escuela Básica Fonte Coberta, en Cinfães, y terminó con el traslado urgente del alumno a un hospital, donde los médicos intentaron una cirugía larga para salvar lo que quedaba de los dedos. Las puntas amputadas, que la madre recibió dentro de un guante de látex, no pudieron reimplantarse. Lo que al inicio se describió como un simple “accidente” o una “broma” dejó una mutilación permanente.

Del supuesto juego al daño permanente en los dedos del niño

Dentro del baño no había supervisión de adultos. El cierre violento de la puerta se presentó ante la familia como un juego que salió mal, una broma pesada entre niños. Sin embargo, el resultado no se parece a una travesura inocente, sino a una agresión que puso en riesgo la salud y la seguridad básica del menor.

La diferencia entre un juego tosco y un ataque que causa secuelas permanentes queda clara cuando un niño sale del colegio sin parte de su mano. Esta línea se cruzó en segundos, dentro de un espacio que debería ser seguro.

La reacción de la escuela y la llegada tardía de la ambulancia

Mientras el niño gritaba de dolor, el centro educativo llamó a la madre y le dijo que su hijo “se había cortado jugando con la puerta”. En paralelo, se escuchaba a alguien pedir una ambulancia. Según el relato familiar, el servicio de emergencia tardó alrededor de media hora en llegar y el traslado fue a un hospital distante, lo que agrava la sensación de negligencia, demora y falta de cuidado.

Cuando la madre llegó, encontró a su hijo con la mano vendada, en shock y llorando. Le entregaron las partes amputadas dentro de un guante, con la esperanza de que pudieran reponerse. En el hospital, los médicos confirmaron que la reimplantación no era posible. Esa escena marcó para siempre a la familia.

Bullying, racismo y omisión: el contexto de violencia que ya vivía el niño

El episodio del baño no fue un hecho aislado. Según la familia, el niño ya sufría bullying desde su llegada a la escuela. Por ser brasileño, negro, con sobrepeso y recién llegado, se convirtió en blanco de discriminación, racismo y omisión escolar. Los golpes, los insultos y el miedo formaban parte de su rutina antes de la amputación.

Había antecedentes de empujones, patadas, tirones de pelo y ataques en el patio. La familia afirma que ya había alertado al centro educativo sobre moretones y cambios en el comportamiento del niño, pero que nadie actuó con firmeza para frenar la cadena de violencia.

Foto Freepik

Un niño brasileño, negro y con sobrepeso en medio de burlas constantes

Las características físicas y el origen del alumno se usaron como arma para humillarlo. Compañeros lo recibían con burlas sobre su cuerpo y su acento, lo empujaban, le daban golpes y lo ridiculizaban delante de otros. Esta discriminación diaria no es “cosa de niños”, sino un patrón de violencia repetida que erosiona autoestima, confianza y sentido de pertenencia.

Advertencias ignoradas: la familia pidió ayuda y la escuela no actuó

La madre ya había avisado a la dirección y a docentes que su hijo estaba siendo atacado. Según su versión, las respuestas fueron vagas y sin medidas reales de protección. No se activaron falta de protocolos claros, no hubo cambio de dinámica en el aula ni mayor vigilancia en los espacios de riesgo, lo que se tradujo en una preocupante ausencia de protección.

Esta responsabilidad institucional pesa cuando las señales de alarma estaban ahí y se ignoraron. La omisión permitió que la violencia escalara hasta un punto extremo.

Por qué este caso indigna a tantos padres y qué debería cambiar en las escuelas

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Padres de Portugal, Brasil y otras regiones se ven reflejados en esta historia. Muchos sienten que envían a sus hijos a la escuela confiando en su seguridad escolar, y que casos como este muestran lo frágil que puede ser esa confianza. El miedo a que un episodio de bullying acabe en tragedia es real.

La respuesta pasa por una prevención del bullying constante, con supervisión en zonas como baños y pasillos, formación en respeto a la diversidad y protocolos claros frente a cualquier agresión. Las emergencias deben atenderse sin retrasos, con una cultura de tolerancia cero a la violencia y no de encubrimiento.

Indignación, pedidos de justicia y el llamado a una escuela más segura

Tras conocerse el caso, crecieron las voces que piden justicia y cambios firmes en las normas escolares. En redes y medios, muchas personas reclaman mayor protección para los estudiantes, sanciones claras y una verdadera responsabilidad por parte de directivos y autoridades públicas, con cero tolerancia a la violencia.

La historia de este niño brasileño, que perdió parte de sus dedos por una supuesta broma, recuerda que la violencia entre compañeros no es un juego. Cada comunidad escolar tiene la oportunidad de mirar este caso de frente y preguntarse qué debe cambiar hoy para que ningún otro niño vuelva a cruzar la puerta del colegio y regrese a casa con marcas para toda la vida.

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