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Salud

¿La alergia es realmente hereditaria? Lo que dice la ciencia hoy

Las alergias afectan a millones de personas en el mundo y pueden aparecer en cualquier etapa de la vida. A menudo surge la pregunta: ¿se heredan las alergias? Muchas familias notan que varios de sus miembros sufren problemas similares, lo que lleva a pensar que existe un vínculo genético directo. Para comprender si las alergias se transmiten de padres a hijos o si otros factores influyen, es clave analizar lo que la evidencia científica revela sobre la genética, el entorno y cómo ambos elementos interactúan.

La base genética de las alergias

El sistema inmunitario de cada persona responde de manera única ante sustancias externas. Algunas personas tienen una tendencia, llamada atopia, a fabricar altos niveles de inmunoglobulina E (IgE) cuando entran en contacto con alérgenos, lo que incrementa la posibilidad de síntomas alérgicos. Esta predisposición viene determinada por genes relacionados con la defensa del organismo. Algunos de los genes más estudiados se encuentran en los cromosomas 5q31-q33 (donde están presentes las interleucinas IL-4 y IL-13), 6p21 (relacionado con el sistema HLA), y genes que codifican para el receptor de IgE.

La suma de variaciones genéticas pequeñas, repartidas en distintos genes, dibuja un perfil de susceptibilidad. Por eso, la alergia no sigue un patrón simple de herencia como el color de ojos, sino un modelo multifactorial, donde la combinación específica de variantes genéticas definirá el riesgo individual. Una persona con antecedentes familiares presenta un riesgo más alto de desarrollar síntomas, aunque no es una condena segura.

Predisposición hereditaria vs. alergia específica

Hay una diferencia clara entre heredar la tendencia a ser alérgico y presentar exactamente la misma alergia que un familiar. Por ejemplo, una madre con asma alérgica no transmite a su hijo el asma como tal, sino la facilidad para manifestar alergias. Un niño puede desarrollar rinitis, dermatitis atópica o alergia a alimentos, aunque sus padres tengan sólo uno de estos cuadros.

Esto se debe a que la herencia transmite la capacidad del sistema inmunitario de reaccionar de forma exagerada, pero no determina contra qué sustancia concreta se va a activar esa respuesta. La herencia poligénica (implicando varios genes) hace que la manifestación final dependa tanto de los genes como del entorno y las exposiciones que la persona tenga durante la vida.

Foto Freepik

Evidencia científica y estudios poblacionales

Estudios familiares y con gemelos han confirmado que existe un componente hereditario. Si ambos padres son atópicos, el riesgo de que un hijo desarrolle alergias supera el 50%, mientras que si sólo uno lo es, el riesgo ronda el 30-40%. Estudios de asociación en el genoma completo (GWAS) han detectado variantes en regiones como 17q12-21 asociadas a asma y otras alergias comunes.

El estudio de los genes implicados ha comprobado que aquellas personas con ciertas variantes en interleucinas, el sistema HLA y el receptor de IgE sufren una activación inmunitaria más fuerte ante los alérgenos. Sin embargo, la concordancia entre gemelos idénticos no alcanza el 100%, lo que indica que el ambiente desempeña un papel fundamental en el desarrollo real de los síntomas.

El papel de los factores ambientales en el desarrollo de la alergia

La predisposición genética necesita del estímulo ambiental adecuado para manifestarse. Factores como la contaminación ambiental, el humo del tabaco, la exposición temprana o repetitiva a alérgenos (como ácaros, pólenes y epitelios de animales), y el uso de ciertos medicamentos o la presencia de infecciones en la infancia pueden favorecer la aparición de alergias en personas predispuestas.

La llamada hipótesis de la higiene sugiere que la falta de exposición a microbios en la infancia (debido a cambios en los hábitos y estándares de limpieza) puede alterar el equilibrio del sistema inmunitario y aumentar el riesgo de alergias. Esto ocurre porque el sistema inmune, al no tener “práctica” enfrentando gérmenes, puede reaccionar frente a sustancias inocuas, como el polvo o determinados alimentos.

Mecanismos epigenéticos y modulación del riesgo

La epigenética explica cómo el entorno puede modificar la actividad de los genes sin alterar su secuencia de ADN. El proceso más conocido es la metilación del ADN, que puede “activar” o “apagar” genes relacionados con la inflamación o la producción de IgE. Además, moléculas como los microARNs regulan la producción de proteínas en las células inmunitarias, modificando la intensidad de la respuesta frente a los alérgenos.

Esto significa que, aunque una persona herede genes de susceptibilidad, una exposición adecuada al ambiente podría retrasar o incluso evitar el desarrollo de síntomas alérgicos. Por ejemplo, la exposición a ciertos microbios en la infancia puede ayudar a formar una tolerancia inmunológica que protege contra las alergias.

Interacción entre genes y ambiente: casos frecuentes

En la práctica, la alergia respiratoria y la alimentaria son dos de los ejemplos más ilustrativos de esta interacción. Un niño puede tener una predisposición genética a la alergia y desarrollar síntomas de asma o rinitis si vive en un ambiente urbano con alta contaminación. O bien, otro niño con la misma tendencia genética podría no manifestar la enfermedad si crece en un entorno rural, rodeado de animales y expuesto desde pequeño a una mayor variedad de microbios.

En el caso de las alergias alimentarias, la combinación de herencia familiar y ciertos cambios ambientales durante la gestación, la lactancia y la introducción de sólidos influye de manera decisiva. La evidencia indica que no sólo cuenta el “riesgo genético”, sino que la fecha y la forma en que se presentan ciertos alimentos, así como la dieta materna y la microbiota intestinal, desempeñan un papel clave. Por eso, la prevención no puede basarse sólo en la genética: el ambiente tiene la última palabra en muchos casos.

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