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Cocina, recetas y alimentos

La OCU alerta del peligro que esconden las sandías partidas del supermercado

Todos reconocen el placer refrescante de una sandía fría en los días de calor, pero pocos se plantean el riesgo invisible en la fruta partida en el supermercado. La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ha lanzado una advertencia sobre la compra de sandías que ya vienen cortadas. El motivo es claro: cuando las temperaturas suben, los riesgos asociados a la manipulación y conservación de frutas abiertas también aumentan. Verano tras verano, la demanda de sandía crece y muchas personas optan por porciones ya listas para facilitar su consumo, sin sospechar que ahí puede estar el problema.

El peligro sanitario de las sandías partidas en supermercados

Al cortar una sandía, la pulpa jugosa y rica en azúcares queda al descubierto. Esa exposición, junto al calor ambiental, se convierte en el escenario perfecto para la proliferación de bacterias peligrosas. Organismos como Salmonella, Escherichia coli y Listeria monocytogenes encuentran en la pulpa expuesta su hábitat ideal. Si la fruta se mantiene algunas horas a temperatura ambiente, llega a multiplicar miles de veces la población microbiana, elevando el riesgo de intoxicaciones alimentarias. La propia OCU insiste en que la falta de refrigeración tras el corte incrementa el peligro.

Por otra parte, la sandía, al perder la protección natural de la cáscara, está mucho más vulnerable al contacto con agentes externos, aire y superficies que pueden no estar limpias. Este escenario favorece no solo la entrada de bacterias sino la rápida degradación del producto. La consecuencia directa para el consumidor es sencilla: una sandía cortada y mal conservada puede ser un peligro real para la salud, sobre todo para niños o personas mayores.

Contaminación y multiplicación de bacterias

El interior de una sandía es como un imán para los microorganismos. Su composición, rica en agua y azúcares naturales, acelera tanto el crecimiento de bacterias como la descomposición si no se enfría de manera adecuada. En supermercados o tiendas, es común ver mitades de sandía sobre bandejas, envueltas en plástico pero fuera del frigorífico. Este descuido basta para disparar el riesgo sanitario, sobre todo en los meses más cálidos.

Hay que recordar que los síntomas de una intoxicación alimentaria por Salmonella o Listeria pueden ir desde diarrea y vómitos hasta fiebre y, en casos graves, hospitalización. Ni siquiera la mejor apariencia externa garantiza que la pulpa esté libre de contaminantes dañinos si hubo mala manipulación o largas horas fuera de refrigeración. La diferencia entre un producto seguro y uno peligroso se juega casi siempre en esos detalles invisibles.

Foto Freepik

Normativas y recomendaciones oficiales

La legislación alimentaria en España y Europa plantea normas muy claras respecto a la venta de frutas cortadas. Tanto la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición como la OCU recalcan que estas porciones deben mantenerse a una temperatura inferior a 8 °C si van a consumirse en menos de 24 horas. Pero, rindiendo cuentas a la realidad, la recomendación es mucho más estricta: al comprarla, la sandía cortada debería guardarse en frío a menos de 5 °C y nunca estar a temperatura ambiente más de dos horas.

Esta medida, además de proteger contra bacterias, ayuda a mantener la textura y el sabor. Es fundamental que los comercios extremen los cuidados en la cadena de frío desde el momento del corte hasta la venta. Si una pieza ya partida pasa más de tres horas sin refrigeración, el riesgo de sufrir una intoxicación aumenta muchísimo. Los utensilios y superficies de corte deben estar perfectamente limpios y cualquier fruta dañada, con partes blandas o manchas, debe descartarse de inmediato.

Prevención y consejos para un consumo seguro

Reducir los riesgos está en manos tanto del comerciante como del consumidor. Adquirir sandía entera y cortarla en casa sigue siendo la opción más segura. Así, se mantiene la protección natural de la cáscara y se controla cada paso: desde el lavado previo hasta la limpieza de cuchillos y tablas. Al consumir sandía en porciones compradas, hay que fijarse en la limpieza del envase, la frescura y cualquier señal de deterioro, desde manchas hasta partes secas o excesivamente blandas.

Si por cuestiones de comodidad se elige la sandía partida, lo más seguro es refrigerarla de inmediato. Se recomienda no demorar el consumo una vez abierta y evitar dejarla fuera del frigorífico, sobre todo en verano. Mantenerla tapada, lejos de la luz y bien refrigerada, reduce el riesgo. Comercios responsables deben velar por exponer la fruta en exhibidores refrigerados, con controles continuos de temperatura y transporte adecuado.

Buenas prácticas para consumidores y comercios

El consumidor informado observa y exige buenos hábitos. Revisar la zona de frutas cortadas en la tienda ayuda a detectar si la sandía está bien conservada. La cadena de frío no puede romperse. Al menor indicio de calor en la zona de exposición, conviene elegir otra pieza o cambiar de comercio. A su vez, quienes venden deben priorizar la limpieza de cuchillos, tablas y guantes desechables, además de renovar continuamente las piezas cortadas y evitar la acumulación de producto fuera de cámaras.

El uso de envoltorios seguros y la correcta rotación de existencias limitan la exposición prolongada al aire y contaminantes. Y por más tentador que resulte comprar una porción ya lista para servir, la mejor garantía está en el control personal del proceso. Una sandía entera, partida en casa, bien lavada y enfriada, mantiene sabor, textura y seguridad para toda la familia. La tradición, en este caso, protege mucho más de lo que parece.

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