Los científicos podrían haber descubierto por qué vuelven los kilos después de perder peso

La historia se repite para millones: esfuerzo, dieta, ejercicio, éxito en la balanza… y tiempo después, los kilos regresan. Ese frustrante efecto rebote no es solo cuestión de fuerza de voluntad o disciplina. La ciencia está dando pasos firmes para demostrar que detrás del aumento de peso tras adelgazar, hay causas biológicas, hormonales y conductuales mucho más profundas de lo que se pensaba. Descubrir cómo reacciona el cuerpo y el cerebro ante la pérdida de peso es clave para entender por qué tantos acaban recuperando buena parte de lo logrado.
Adaptaciones metabólicas y cerebrales: el rol de la dopamina y el metabolismo
Al perder peso, el cuerpo no actúa como un simple matemático que suma calorías. En realidad, responde con una serie de adaptaciones biológicas diseñadas para sobrevivir. El primero en activarse es el sistema nervioso central, donde la dopamina tiene un papel principal. Este neurotransmisor está ligado a la sensación de placer y recompensa al comer. Pero bajar de peso también altera el metabolismo basal: ese gasto de energía en reposo que muchos dan por sentado.
Las investigaciones recientes señalan que cuando el cuerpo detecta una bajada significativa en reservas de grasa, disminuye su gasto energético para “ahorrar”, algo que nuestros ancestros necesitaban en tiempos de escasez. En la sociedad actual, esto complica mantener el peso recién alcanzado.
Cambios duraderos en el sistema de recompensa cerebral
El cerebro responde a la pérdida de peso reduciendo la liberación de dopamina durante las comidas. El resultado es que muchos sienten menos satisfacción y placer, incluso comiendo porciones normales. Esa disminución del estímulo puede empujar a buscar comida más calórica o en mayor cantidad, como si el cuerpo tratara de “compensar” la satisfacción perdida.
Esta adaptación persiste en el tiempo y afecta el control del apetito. La señal de saciedad se debilita y, como una alarma desenfocada, puede llevar a comer más, incluso sin hambre real. Así, el propio cerebro tiende trampas que complican sostener el nuevo peso.
Reducción de la tasa metabólica en reposo y su impacto
La velocidad del metabolismo basal cae tras perder peso, lo que significa que el cuerpo quema menos calorías solo por existir. Esta reducción puede ser tan marcada que, para no recuperar kilos, se debe comer menos que una persona que nunca tuvo sobrepeso.
Algunas actividades, como el ejercicio físico constante, ayudan a contrarrestar ese descenso metabólico. La actividad física regular es una herramienta fundamental: favorece la quema de grasa, mantiene la masa muscular y mejora la regulación del apetito. Sin embargo, este nuevo equilibrio energético demanda constancia y compromiso diario, sin atajos fáciles.

Factores fisiológicos, hormonales y conductuales que contribuyen al aumento de peso
No todo depende del metabolismo y el cerebro. Hay causas que pueden escapar a la voluntad: cambios hormonales, efectos secundarios de medicamentos, el envejecimiento, o problemas en la tiroides. Incluso el microbioma intestinal, ese universo bacteriano alojado en el intestino, juega un papel silencioso pero central en cómo el cuerpo gana o pierde peso.
Por ello, cuando la recuperación de peso es repetida o especialmente rápida, conviene evaluar todo el panorama. Una consulta médica ayuda a detectar alteraciones hormonales, problemas metabólicos u otros factores subyacentes.
Hormonas, fármacos y envejecimiento: causas invisibles de la recuperación de peso
A medida que envejecemos, el cuerpo produce menos hormonas clave como la leptina, que regula el apetito, y la testosterona o los estrógenos, que influyen en la masa muscular y el metabolismo. Esto puede facilitar el aumento de grasa incluso sin cambiar los hábitos.
Ciertos fármacos para la depresión, la ansiedad, la diabetes o la hipertensión también favorecen la recuperación de los kilos. La “memoria metabólica” de las células grasas, según nuevas investigaciones, hace que el tejido adiposo recuerde su tamaño anterior y esté listo para recuperar volumen ante cualquier exceso calórico.
El peso emocional y los hábitos de vida tras la pérdida de peso
El esfuerzo por adelgazar suele ir acompañado de una motivación intensa, retos nuevos y control máximo. Pero, con el tiempo, la rutina vuelve, el estrés y las expectativas pueden hacer mella, y los antiguos patrones de recompensa resurgen. La mente busca recuperar la comodidad de viejos hábitos.
No es raro que, tras un logro inicial, muchos relajen rutinas, descuiden la actividad física o caigan en la tentación de pequeñas concesiones. El entorno y los eventos sociales, las emociones no resueltas y el cansancio emocional, pueden convertir el “mantener el peso” en una misión desafiante. La adherencia a nuevos hábitos y la conexión con el propio objetivo de salud resultan esenciales para alejar el efecto rebote.