Los cinco errores más comunes que cometemos al usar aceite de oliva

El aceite de oliva es el corazón de la dieta mediterránea. Su uso regular va más allá de aportar sabor: entrega beneficios cardiovasculares y antioxidantes muy superiores a los de otros aceites vegetales. Los ácidos grasos monoinsaturados y los polifenoles que contiene ayudan a proteger la salud, bajar el colesterol malo y mejorar el bueno. Sin embargo, pequeñas malas prácticas en su selección, almacenamiento y uso pueden alterar sus propiedades y reducir el impacto positivo en el organismo. Estos errores cotidianos, aunque parezcan sin importancia, tienen consecuencias directas en la calidad y el sabor final de los platillos.
Errores frecuentes al elegir y almacenar el aceite de oliva
El valor nutricional y organoléptico del aceite de oliva sólo se mantiene si el producto es cuidado desde el inicio. Elegir la variedad adecuada y almacenarlo correctamente hace toda la diferencia entre disfrutar sus beneficios o perderlos.
Comprar el tipo de aceite inadecuado para cada uso
No todos los aceites de oliva son iguales. El aceite de oliva virgen extra es el más puro, ideal para consumir en crudo gracias a su alta concentración de antioxidantes y sabor intenso. Existen variedades como hojiblanca, con notas fuertes y toques amargos, perfecta para aliños o tostadas, y picual, más resistente al calor, recomendada para freír o guisar por su estabilidad. Usar la variedad equivocada puede dejar platos insípidos o con pérdida de nutrientes, dependiendo del tipo de cocción. Una selección consciente permite disfrutar de sabores únicos y mejores nutrientes.
Exposición al calor, luz y aire
El contacto frecuente con la luz, el calor y el oxígeno es el gran enemigo del aceite. Estos factores aceleran la oxidación y aceleran la pérdida de compuestos antioxidantes como la vitamina E y los polifenoles. Los recipientes transparentes o dejar la botella cerca de la cocina provoca un envejecimiento prematuro y un sabor rancio. Usar siempre envases opacos y herméticos, ubicados lejos de fuentes de calor y en sitios oscuros, protege la frescura y el aroma original.
No consumir el aceite en el tiempo adecuado
El aceite de oliva tiene su propio ciclo vital. Aunque no se estropea de un día a otro, sus cualidades sensoriales y antioxidantes disminuyen con el paso de los meses. Guardar aceite durante largos periodos, sobre todo después de abrir la botella, compromete su frescura y piel de sabor. Lo óptimo es consumirlo en el plazo que indica el fabricante, evitando compras en grandes volúmenes si no se tiene rotación alta. Solo así se asegura aprovechar todas sus propiedades.

Malos hábitos en el uso culinario del aceite de oliva
Las decisiones de cada día en la cocina afectan el rendimiento del aceite. A veces, por costumbre o desinformación, se cometen errores que pasan factura a la salud y al paladar.
Sobrecalentar el aceite al cocinar
El punto de humo del aceite de oliva virgen extra se encuentra cerca de 180 °C. Si se calienta más allá, los antioxidantes y vitaminas se destruyen. Además, a temperaturas muy elevadas se generan compuestos nocivos que pueden afectar la salud. Freír en exceso, o dejar el aceite humeando en la sartén, no solo disminuye el sabor y la calidad sino que cambia sus propiedades químicas. Lo recomendable es controlar la temperatura y no reutilizar el aceite muchas veces.
Pensar que el “aceite suave” tiene menos calorías
La suavidad o intensidad del sabor, o la baja acidez, no alteran el aporte calórico del aceite de oliva. Todos los aceites, sin importar el tipo, cuentan con aproximadamente 900 calorías por cada 100 gramos. Creer lo contrario puede llevar a consumir más cantidad pensando que es más liviano. Una cucharada extra suma calorías aunque el sabor sea delicado. La moderación sigue siendo clave, ya que el poder del aceite está en sus compuestos saludables, no en un menor aporte energético.
Atender a los detalles en la selección del tipo de aceite, prestar atención a las condiciones de almacenamiento y ser cuidadosos en su uso en la cocina ayudan a proteger un alimento que, bien aprovechado, se convierte en aliado de la salud y el buen comer. Cuidar el aceite de oliva es cuidar el resultado final de cada plato y el bienestar a largo plazo.