Los médicos advierten sobre una práctica sexual frecuente que muchos siguen haciendo

El interés por explorar la sexualidad y buscar nuevas experiencias lleva a muchas personas a prácticas que, sin saberlo, implican riesgos elevados. Chemsex, asfixia erótica y edging son términos cada vez más populares. Aunque se consideran parte de la libertad sexual, expertos en salud han mostrado su preocupación. El desconocimiento sobre sus posibles consecuencias puede dejar marcas en la salud física y mental, tanto a corto como a largo plazo. Contar con información clara y actualizada es clave para tomar decisiones seguras sobre el propio bienestar sexual.
El crecimiento de prácticas sexuales consideradas de riesgo por los médicos
Diversos estudios muestran que, en los últimos años, ha crecido el interés por experiencias que buscan intensificar el placer. Sin embargo, muchos de estos hábitos presentan efectos secundarios. Entre ellos destacan el edging, el chemsex y la asfixia erótica, todas asociadas a riesgos que a menudo no se valoran hasta que se experimentan complicaciones. La normalización de estos comportamientos, favorecida por la información y la pornografía en línea, complica aún más la prevención.
El fenómeno del edging y sus consecuencias
El edging consiste en posponer el orgasmo durante periodos prolongados para aumentar la intensidad del placer. Algunas guías y comunidades promueven esta práctica como una forma de aumentar la concentración y el dominio sobre el propio cuerpo. Sin embargo, el exceso tiene efectos adversos. La práctica continuada puede llevar a un estado de insensibilización, en el que resulta difícil alcanzar el clímax de manera habitual. Esto termina provocando problemas en la función eréctil y puede generar ansiedad o frustración ante la incapacidad de lograr placer de manera natural. También, existe riesgo de molestias físicas, irritación genital y tensión muscular que pueden desencadenar en lesiones.
Chemsex: consumo de drogas y sexo prolongado
El chemsex une el consumo intencionado de drogas con encuentros sexuales de larga duración. Este fenómeno, observado principalmente entre jóvenes y personas del colectivo LGTBI, ha incrementado preocupantemente en grandes ciudades. Las sustancias incluidas suelen ser mefedrona, GHB, metanfetamina, ketamina, cocaína y poppers. Estas drogas alteran la percepción y aumentan la desinhibición, lo que facilita conductas sexuales de riesgo. Entre los efectos negativos destaca la mayor exposición a infecciones de transmisión sexual. El uso repetido incrementa el riesgo de adicción, complicaciones psicológicas como depresión y psicosis, así como conductas que pueden acabar en accidentes o sobredosis. La falta de conciencia sobre estos peligros favorece la expansión del chemsex, dificultando un abordaje efectivo en salud pública.

Asfixia erótica y otras tendencias peligrosas
Otra tendencia que preocupa a los médicos es la asfixia erótica, que consiste en restringir la respiración para intensificar el orgasmo. Aunque su popularidad ha crecido a través de la pornografía digital, los riesgos son altos. La presión en el cuello reduce el suministro de oxígeno al cerebro, lo que puede causar daño cerebral, pérdida de conciencia, secuelas neurocognitivas e incluso la muerte. No menos importante son los efectos psicológicos como estados de ansiedad, miedo y culpa después de practicarla, sobre todo cuando ocurre algún incidente inesperado. La falta de información y la presión social agravan los peligros asociados a esta práctica.
Consecuencias en la salud y estrategias de prevención
La realización de estas prácticas sin precauciones puede dejar secuelas físicas y emocionales difíciles de tratar. La preocupación profesional se centra en el incremento de episodios que inicialmente parecen inofensivos, pero que desencadenan problemas severos a medio y largo plazo.
Enfermedades de transmisión sexual y lesiones físicas
El riesgo de infecciones de transmisión sexual se dispara cuando se combinan prácticas como el chemsex o la asfixia erótica con la ausencia de protección. El contacto sin preservativo facilita la propagación del VIH, la hepatitis o la sífilis, y la ingestión de sustancias reduce la percepción del peligro. Las relaciones prolongadas y la manipulación excesiva también pueden causar lesiones físicas, como desgarros, hematomas o irritaciones, que incrementan la vulnerabilidad ante infecciones.
Prevención, educación sexual y atención médica
Médicos y especialistas coinciden en que la educación sexual es el primer paso para reducir los riesgos de prácticas cada vez más habituales. Informar sobre el uso adecuado del preservativo, promover la vacunación contra infecciones como hepatitis B o virus del papiloma humano, y la posibilidad de acceder a atención médica inmediata tras conductas de riesgo resultan fundamentales. Buscar asesoramiento específico puede evitar consecuencias graves y mejorar la calidad de vida. Contar con información basada en evidencia ayuda a las personas a tomar decisiones conscientes sobre su salud sexual y emocional.
Las advertencias de los profesionales no buscan juzgar, sino recordar la importancia de cuidarse y estar informado. Ante la normalización de prácticas como el chemsex, la asfixia erótica o el edging, la clave está en equilibrar placer y seguridad, consultando recursos confiables y recurriendo a profesionales cuando sea necesario. Elegir la información rigurosa y la prevención es el mejor paso para proteger el bienestar sexual y mental.