No tomes Ashwagandha sin saber esto primero

Ashwagandha se ha convertido en un suplemento aclamado y presente en tiendas, farmacias y redes sociales. Sus promesas van desde aliviar el estrés hasta revitalizar cuerpo y mente. Sin embargo, que sea “natural” no significa automáticamente seguro para todos. Existen realidades sobre su composición, efectos y riesgos que deben conocerse antes de empezar a consumirla de forma regular.
Lo que realmente es la Ashwagandha
Ashwagandha, o Withania somnifera, es una planta originaria de la India, también conocida como “ginseng indio” o “cereza de invierno”. Pertenece a la familia de las solanáceas. La raíz y las hojas concentran compuestos como los withanólidos, alcaloides y saponinas, responsables de su uso en suplementos diseñados para combatir el estrés, apoyar el sueño y proporcionar energía física y mental.
Sus raíces secas se procesan y ofrecen en cápsulas, polvos o extractos líquidos. Esta variedad de productos ha impulsado su uso, pero la calidad y concentración de los ingredientes activos pueden variar ampliamente.
Breve historia y usos tradicionales
La ashwagandha tiene un lugar destacado en la medicina ayurvédica desde hace siglos. Se la ha empleado tradicionalmente para tratar agotamiento, insomnio, debilidad, baja energía, problemas de memoria, infertilidad y síntomas de ansiedad. Se le atribuyen cualidades para aumentar la resistencia física y mental, estimular la inmunidad y balancear el organismo en etapas de estrés intenso. Sin embargo, sus beneficios no están asegurados para todos los que la consumen.
¿Qué contiene y cómo actúa en el cuerpo?
Los compuestos presentes en la ashwagandha, principalmente los withanólidos, actúan como antioxidantes y antiinflamatorios. También contiene alcaloides y saponinas, cuyas funciones incluyen interacciones con el sistema nervioso y la modulación de la respuesta al estrés. Muchos suplementos la promocionan como “adaptógeno”, un término usado para describir plantas que ayudarían al cuerpo a adaptarse mejor a situaciones estresantes. Sin embargo, la ciencia no termina de aclarar cómo funcionan esos mecanismos en humanos ni si el término adaptógeno tiene validez clínica aceptada.

¿Qué tan segura es Ashwagandha? Efectos secundarios y riesgos reales
Aunque la ashwagandha suele considerarse segura por periodos cortos, no está exenta de efectos adversos ni de riesgos graves en ciertos perfiles. Los efectos secundarios más observados incluyen molestias digestivas, somnolencia, náuseas y heces blandas. En menos ocasiones, también se han reportado alteraciones hepáticas, confusión, mareos, visión borrosa, reacciones cutáneas, congestión nasal y aumento de peso.
Al tratarse de una planta con efectos sobre el equilibrio hormonal y el sistema inmune, su uso no se recomienda en mujeres embarazadas, en período de lactancia, personas con enfermedades autoinmunes, problemas hepáticos, quienes tomen medicamentos para la glándula tiroides, padezcan diabetes o tengan presión arterial fuera de rango.
Combinar ashwagandha con otros sedantes, medicación hormonal, inmunosupresores o medicamentos para la diabetes puede incrementar posibles reacciones adversas.
La evidencia científica
Los estudios más confiables señalan que la ashwagandha sí ayuda a bajar el estrés y la ansiedad de forma significativa en adultos sanos. En ensayos aleatorizados, quienes tomaron 300 mg de extracto concentrado dos veces al día durante dos meses, mostraron una reducción clara en los síntomas de estrés comparados con quienes recibieron placebo. También se han descrito mejoras leves en el sueño y la fatiga.
En cambio, los beneficios afirmados para aumentar energía, fuerza muscular, rendimiento físico, control de azúcar, reducción de dolor articular o mejora de la función cerebral no han sido probados en grandes estudios clínicos en humanos. Son necesarios ensayos más sólidos antes de asegurar estos efectos y recomendar la ashwagandha como tratamiento de ningún trastorno crónico.
Precauciones al comprar y consumir suplementos
El creciente interés ha disparado el número de productos a base de ashwagandha. El contenido real puede variar mucho entre marcas: lo que en una cápsula dice “600 mg” podría contener mucho menos extracto puro que otra con dosis más bajas pero de mayor concentración. Además, los suplementos no están regulados por la FDA ni por organismos europeos al nivel de los medicamentos, de modo que la pureza, potencia y seguridad pueden no estar garantizadas.
Antes de empezar a tomar ashwagandha, es clave consultar con un médico, sobre todo si se toman medicamentos o existen antecedentes de problemas hormonales, hepáticos, autoinmunes o cardiovasculares. Muchos profesionales aconsejan no exceder los tres meses continuos de consumo y suspenderlo si aparecen síntomas nuevos.