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Estilo de vida

¿Por qué no descansamos bien cuando estamos fuera de casa?

Dormir lejos del hogar suele convertirse en un desafío incluso para quienes presumen de dormir sin dificultad en su propia cama. Muchas personas, al pasar una noche en un hotel, casa ajena o alojamiento vacacional, se despiertan más veces, sienten el sueño menos profundo y notan que el descanso no es igual de reparador. Comprender los motivos detrás de este fenómeno puede marcar la diferencia para quienes viajan por placer, trabajo o deben dormir en entornos desconocidos. Conocer qué sucede en el cerebro y qué factores externos afectan el sueño puede ayudar a dormir mejor en cualquier parte.

Cómo responde el cerebro a un entorno desconocido

El conocido efecto de la primera noche explica parte de la dificultad para descansar fuera de casa. Este fenómeno describe cómo, al dormir en un espacio nuevo, el cerebro no consigue relajarse del todo. La mente se mantiene en un estado de alerta, aunque el cuerpo intente relajarse. Los investigadores han detallado que este mecanismo ancestral cumple una función de vigilancia que, aunque hoy no sea tan necesaria para protegerse de peligros reales, sigue activa cuando cambiamos de entorno.

Sueño asimétrico y vigilancia cerebral

Durante la primera noche en un lugar desconocido, uno de los hemisferios cerebrales permanece más alerta. Estudios han demostrado que el hemisferio izquierdo, en particular, se mantiene semi-despierto, aumentando la capacidad de reaccionar rápidamente ante ruidos o estímulos inesperados. Esta asimetría en la actividad cerebral hace que el sueño sea menos profundo y más fragmentado, disminuyendo el tiempo en las fases más reparadoras del descanso.

El resultado es un sueño superficial, donde la persona se despierta con facilidad ante cualquier cambio o sonido. Por eso, incluso si la cama es cómoda, el cerebro sigue atento a lo que ocurre alrededor y resulta complicado alcanzar un sueño reparador.

Evolución y mecanismos de defensa

El origen de esta respuesta se encuentra en la evolución humana. Nuestros antepasados necesitaban protegerse de amenazas en entornos desconocidos, como depredadores o cambios de clima. El “modo vigilancia” del cerebro era y es una estrategia para detectar potenciales peligros mientras el cuerpo descansa.

Aunque hoy la mayoría duerme en sitios seguros, el cerebro sigue reaccionando igual. Este mecanismo defensivo no distingue entre una cabaña en la montaña y una habitación de hotel; en ambos casos, activará cierta alerta, sacrificando la profundidad del sueño por la posibilidad de reaccionar rápidamente.

Foto Freepik

Factores externos que afectan el descanso fuera de casa

No solo el funcionamiento cerebral complica el sueño lejos del domicilio habitual. El entorno físico, la rutina y los cambios en el ritmo circadiano también tienen un peso importante al momento de descansar.

Influencia del entorno físico y los objetos familiares

Pasar la noche en un espacio diferente implica enfrentarse a camas de distinta firmeza, almohadas que no se ajustan al cuello o hasta sábanas con un olor ajeno. La falta de familiaridad provoca incomodidad sensorial, ya sea por el tipo de tejido, la disposición de la cama o incluso la orientación de la habitación. El cerebro percibe los sonidos y olores desconocidos como señales que podrían indicar peligro, aunque se trate del tráfico en una ciudad o el zumbido de un ventilador.

Dormir mal también es frecuente si la habitación tiene más luz de la habitual o si la temperatura ambivalente altera la sensación de confort. Una habitación muy fría o calurosa puede despertar al cuerpo y dificultar la consolidación del sueño profundo. La clave está en reproducir elementos familiares, como llevar una almohada propia, usar ropa cómoda y buscar ambientes que minimicen el impacto de los factores externos.

Rutinas y ritmo circadiano

El cuerpo se adapta a rutinas y horarios fijos. Cuando se duerme fuera de casa, estas costumbres suelen romperse. Cambiar la hora de acostarse, cenar más tarde o en un lugar muy animado, y perder los rituales nocturnos habituales interfiere en la señalización interna de que es hora de dormir.

Los viajes que cruzan varias zonas horarias suman la alteración del reloj biológico, conocida como jet lag. Esto provoca insomnio, fatiga, irritabilidad y trastornos en la digestión, ya que el cuerpo necesita sincronizarse con el nuevo horario. Volver a establecer horarios regulares y buscar luz natural durante el día ayuda a que el ritmo circadiano se acomode, favoreciendo el descanso en pocos días.

El uso extendido de pantallas antes de acostarse también impacta, ya que la luz azul inhibe la producción de melatonina, la hormona que induce el sueño. Limitar la exposición a dispositivos electrónicos y crear una rutina relajante prepara al cuerpo para dormir sin la interrupción artificial de la luz.

Estrategias para dormir mejor fuera de casa

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Replicar hábitos y buscar señales familiares ayuda a que el cerebro se sienta en un entorno seguro. Incorporar objetos del hogar, como una almohada propia o una camiseta conocida, transmite seguridad sensorial y reduce el estado de alerta. Cuidar el ambiente, bajando la luz, manteniendo la temperatura entre 18 y 20 grados y reduciendo el ruido, crea condiciones favorables para dormir.

Evitar comidas copiosas o muy pesadas antes de acostarse aligera la digestión y promueve un sueño más profundo. La práctica de técnicas de relajación, como la respiración profunda, escuchar música suave o leer antes de dormir, también tranquiliza la mente y disminuye la ansiedad.

Exponerse a la luz natural durante el día y reducir el uso de pantallas antes de dormir ayuda a regular el reloj interno. Mantener horarios similares a los del hogar señala al cerebro que llegó el momento de relajarse, incluso en un entorno desconocido. La adaptación progresa con la repetición: tras una o dos noches, el cerebro suele bajar la guardia y facilita un descanso de mayor calidad.

La comprensión de estos mecanismos, junto con una preparación consciente del entorno y la rutina, ofrece herramientas prácticas para dormir mejor en cualquier sitio lejos de casa, permitiendo que mente y cuerpo recuperen energía en cada viaje o cambio de entorno.

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