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¿Qué beneficios tiene correr en ayunas?

¿Se puede mejorar la forma física con un simple cambio de horario? Muchas personas prueban a correr en ayunas, es decir, antes del desayuno y tras varias horas sin comer. La idea es simple, aprovechar el ayuno nocturno para activar rutas energéticas que ayudan a usar más grasa y a entrenar con menos molestias digestivas.

Principales beneficios de correr en ayunas para tu salud

La quema de grasa aumenta cuando las reservas de glucógeno están más bajas, algo típico tras la noche. En ese contexto, el cuerpo recurre con mayor facilidad a los depósitos de grasa para mantener el esfuerzo. Estudios recientes muestran que entrenar en ayunas incrementa la oxidación de grasas durante la sesión en comparación con correr después de comer. En corredores principiantes, este efecto suele sentirse como una progresión más rápida en la pérdida de grasa corporal cuando el plan es coherente y la dieta acompaña.

La resistencia metabólica también mejora. Correr sin haber comido puede entrenar al organismo para alternar con eficiencia entre carbohidratos y lípidos. Esta flexibilidad resulta útil en deportes de resistencia, ya que reduce la dependencia de los azúcares rápidos y ayuda a sostener ritmos constantes. Visto con sencillez, el sistema aprende a cambiar de combustible sin “tirones”, lo que se traduce en una sensación de economía en carrera.

El horario temprano ofrece una ventaja práctica. Entrenar sin desayuno reduce el tiempo de espera por la digestión y permite encajar la sesión antes del trabajo o el estudio. Para quien vive con agenda apretada, es una forma de blindar el hábito. Esa regularidad semanal, más allá de cualquier mecanismo fisiológico, suele marcar la diferencia en el progreso a medio plazo.

Existe, además, un posible aumento de hormonas beneficiosas como la hormona del crecimiento, que apoya la reparación de tejidos y la regeneración muscular. Investigaciones recientes describen respuestas hormonales que favorecen la recuperación cuando el entrenamiento en ayunas es moderado y la recuperación nutricional luego es adecuada. No se trata de magia, sino de una señal interna que, bien acompañada por proteínas y carbohidratos post entrenamiento, ayuda a volver más fuerte.

Cómo ayuda a quemar más grasa corporal

Tras unas ocho horas sin comer, el cuerpo reduce la disponibilidad inmediata de glucógeno, sobre todo en hígado. En ese escenario, el músculo recurre con mayor prioridad a los ácidos grasos para producir energía. Este cambio eleva la quema de grasa durante la carrera, algo especialmente útil para quienes inician un proceso de pérdida de peso. En principiantes, sesiones cortas a ritmo cómodo logran una respuesta clara sin castigar el rendimiento. Con el tiempo, el porcentaje de grasa puede bajar si la dieta general respeta un equilibrio calórico sensato y la persona mantiene constancia.

Mejora en la capacidad metabólica y resistencia

El entrenamiento en ayunas actúa como una “escuela” para el metabolismo. Al exigir al cuerpo que rinda con menos glucosa disponible, se refuerzan rutas que optimizan el uso de grasas. Esta resistencia metabólica permite sostener esfuerzos largos con menos altibajos de energía. También puede ayudar a regular el apetito, ya que muchas personas reportan menos ansiedad por azúcares el resto del día cuando la base de la sesión fue lipídica. El resultado práctico es una sensación de motor eficiente, estable y menos dependiente de geles o snacks en esfuerzos moderados.

Aumento de hormonas beneficiosas y eficiencia diaria

El posible pico matutino de hormona del crecimiento tras el ayuno nocturno, combinado con un entrenamiento prudente, puede favorecer la recuperación muscular. Para aprovecharlo, conviene no exceder la intensidad en estas sesiones y cuidar la comida posterior. Además, correr temprano, sin digestión de por medio, hace que la rutina sea ágil y sostenible. Quien madruga corre, se ducha y llega a tiempo a su día, gana una inercia positiva que impacta en el humor, el sueño y la adherencia al plan.

Riesgos potenciales y cómo evitarlos al correr en ayunas

No todo son ventajas y no todas las personas se benefician por igual. El riesgo de pérdida muscular aumenta si las sesiones son largas, intensas o se descuida la alimentación posterior. También pueden surgir mareos, fatiga o bajo rendimiento cuando el cuerpo aún no se adaptó a esta forma de entrenar. En ciertos grupos, como personas con diabetes, esta práctica puede resultar inadecuada sin supervisión. Una estrategia sensata reduce problemas y protege el progreso.

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Posible catabolismo muscular y debilidad

Si el esfuerzo es alto y sostenido, el cuerpo podría usar aminoácidos como energía, sobre todo cuando el glucógeno está muy bajo. Ese catabolismo se manifiesta como debilidad, pérdida de fuerza o una fatiga que no cede. Para evitarlo, la sesión en ayunas debe ser corta y moderada, y la recuperación post ejercicio ha de incluir proteínas y carbohidratos. Señales de alarma como temblores, visión borrosa, náuseas o una caída brusca del ritmo requieren parar, hidratar y reponer con calma.

Cuándo evitar esta práctica por completo

Quien vive con diabetes, problemas de regulación glucémica, trastornos de la conducta alimentaria, bajo peso, embarazo o una nutrición pobre debe consultar con profesionales antes de intentarlo. También conviene postergar esta estrategia si hay estrés elevado, sueño insuficiente o lesiones recientes. La adaptación se hace de forma gradual, con paciencia y escuchando al cuerpo. Forzar el proceso suele terminar en malestar o en un bajón de rendimiento.

Consejos prácticos para principiantes en ayunas

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La clave es empezar pequeño, medir sensaciones y ajustar. Un plan que combina sesiones cortas en ayunas con otras alimentadas, más exigentes, ofrece un balance seguro. La hidratación antes y después reduce riesgos de mareos y mantiene el pulso bajo control. Tras entrenar, una comida completa acelera la recuperación y cuida la masa muscular. Si hay síntomas raros, se interrumpe la sesión sin dudar.

Rutinas iniciales seguras y progresivas

Al inicio, funcionan bien las carreras suaves de 20 a 30 minutos a ritmo conversacional. No se busca velocidad, se busca constancia. A medida que el cuerpo se adapta, se pueden añadir minutos o pequeños tramos algo más vivos, siempre observando la respuesta. Dos o tres sesiones en ayunas por semana suelen ser suficientes para notar la quema de grasa en marcha, mientras que los trabajos de calidad se reservan para días con desayuno o colación previa.

Alimentación e hidratación esencial después

El cierre del entrenamiento es tan importante como el entrenamiento en sí. Una mezcla de carbohidratos y proteínas ayuda a reponer glucógeno y a reparar músculo. Ejemplos simples, avena con frutas y nueces, yogur con granola y miel, tostadas integrales con huevo y tomate, batido de leche o bebida vegetal con plátano y mantequilla de cacahuete. La hidratación incluye agua y una pizca de sodio si hizo calor o sudaste mucho. Ese paso reduce el riesgo de pérdida muscular, mejora la recuperación y sostiene el progreso semana a semana.

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