¿Qué influye más en tu esperanza de vida: la genética o tu estilo de vida? La respuesta te sorprenderá

Nadie puede negar que el deseo de vivir muchos años y con buena salud ha fascinado a la humanidad desde siempre. Las historias de personas que llegan a los 100 años llenan de curiosidad y esperanza. Pero, ¿realmente depende del azar genético o existe un control real sobre la cantidad de años que vivimos? Este debate ha despertado gran interés en la ciencia, pues responde a dudas personales y colectivas sobre bienestares ambientales y familiares. Los avances científicos han dado respuestas claras, mostrando que la longevidad no es solo cuestión de herencia sino también de elecciones diarias.
El papel de la genética en la esperanza de vida
La genética coloca una base sobre la que puede construirse la longevidad, pero su peso real suele sorprender. Estudios recientes confirman que cerca del 25% de la esperanza de vida está influida por los genes. Existen genes clave, como FOXO3 y CISD2, que ayudan a resistir enfermedades típicamente asociadas con el paso del tiempo. La sirtuina y el gen Klotho desempeñan un papel relevante en la reparación celular y en cómo el cuerpo responde a los cambios propios del envejecimiento.
Algunas personas muy longevas deben parte de su resistencia a la aparición de enfermedades crónicas a variantes genéticas raras. Por ejemplo, ciertas versiones del gen APOE2 están presentes con mayor frecuencia en centenarios que mantienen buena salud mental. Esta predisposición hereditaria, aunque existan genes menos favorables, no condena por sí sola a una vida corta. La genética ofrece protección, pero también es solo un marco inicial.
Otro elemento importante es que, cuanto mayores son las personas, la influencia genética se vuelve más visible. En quienes superan los 100 años, la presencia de genes poco comunes como FOXO3 suele ser la regla, no la excepción. Sin embargo, en la población general, la mayor parte de la variabilidad en la duración de la vida viene de otros aspectos.

La influencia del estilo de vida en la longevidad
El estilo de vida impacta de forma directa en la extensión y calidad de la vida. Los científicos coinciden en que alrededor del 75% de la longevidad está asociado a factores ambientales y hábitos diarios. La dieta, la actividad física, el manejo del estrés y las conexiones sociales marcan la diferencia real en la cantidad de años vividos.
Las personas que siguen una dieta mediterránea, rica en vegetales, grasas saludables y pescado, muestran menor prevalencia de enfermedades cardíacas y mayor esperanza de vida. Practicar ejercicio diario, aunque solo sea caminar unos minutos, ayuda al corazón, a la mente y baja el riesgo de cáncer y demencia. El manejo del estrés a través de técnicas como la meditación, el sueño adecuado y el apoyo social disminuye los daños causados por la tensión acumulada.
Un punto crucial es la presencia de relaciones sociales estables. Mantener una red de amigos, familiares o pertenecer a una comunidad activa reduce la mortalidad y previene el deterioro mental. Otro hábito que aparece con frecuencia en los estudios sobre longevidad extrema es la restricción calórica moderada, es decir, evitar excesos y priorizar alimentos de alta calidad nutritiva.
El concepto de edad biológica ha revolucionado la forma de medir el progreso del envejecimiento. Personas con la misma edad cronológica pueden mostrar diferencias notables en su estado de salud, dependiendo de sus elecciones diarias. Practicar la prevención desde edades tempranas, como no fumar, controlar el peso y mantener rutinas saludables, retrasa señales de vejez, mejora la calidad de vida y suma años.