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Estilo de vida

¿Relajación o riesgo? Lo que realmente pasa cuando enciendes incienso

El incienso siempre ha evocado imágenes de templos llenos de aromas y espacios de meditación. La costumbre de prender una varita o cono aromático se ha trasladado a casas modernas, estudios de yoga y oficinas para crear ambientes tranquilos o ayudar a la concentración. Sin embargo, lo que para muchos parece un ritual inofensivo y relajante, esconde riesgos para la salud poco conocidos, que hoy empiezan a ser motivo de preocupación e investigación científica.

El incienso: tradición, composición y cómo afecta al ambiente

El incienso no es solo un detalle decorativo o un accesorio espiritual. Durante siglos, su humo ha perfumado rituales religiosos en Asia, África y Europa. El simple acto de encender incienso puede parecer inocente, pero la combustión transforma las varillas y conos en una fuente importante de contaminación del aire en interiores. Esto ocurre tanto en incienso natural como en el sintético.

Mientras que el incienso artesanal contiene resinas y aceites naturales, muchos productos comerciales usan aditivos químicos y fragancias artificiales. Cuando estos ingredientes arden, no solo liberan el aroma deseado, sino también una mezcla de compuestos que quedan suspendidos en el aire, muchos de ellos invisibles y peligrosos.

Ingredientes y tipos de incienso

El incienso más tradicional se fabrica con maderas aromáticas, resinas vegetales como el olíbano y la mirra, y aceites esenciales. Estos materiales generan un humo que, aunque menos tóxico que el del incienso sintetizado, aún puede tener efectos negativos si se quema en exceso o en lugares poco ventilados.

El problema aumenta con los inciensos industriales. Estos suelen contener colorantes, fragancias químicas y productos derivados del petróleo que, al quemarse, liberan sustancias altamente irritantes para las vías respiratorias y la piel. Compuestos como el formaldehído, benceno y la auramina O tienen el potencial de afectar la salud humana, sobre todo si se usan a diario.

La diferencia entre ambos radica en la complejidad y cantidad de contaminantes liberados. El uso frecuente de incienso sintético eleva los niveles de toxinas en el aire, lo que multiplica los riesgos para todos los ocupantes del espacio.

El humo del incienso y la contaminación del aire interior

Cada vez que se enciende incienso, se liberan partículas finas, conocidas como PM2.5, junto a compuestos volátiles (como hidrocarburos aromáticos policíclicos y formaldehído). Estos elementos pueden quedar flotando en el ambiente durante horas.

Varios estudios recientes encontraron que la cantidad de partículas generadas por un solo gramo de incienso es mucho mayor que por un cigarrillo, lo que sitúa su uso como uno de los principales contaminantes del aire en el hogar. Al quemar incienso regularmente en un espacio cerrado, los niveles de PM2.5 pueden multiplicarse hasta 250 veces respecto a lo considerado seguro por organismos internacionales.

El humo también deja residuos en muebles, cortinas y ropa mucho después de que la fragancia inicial se desvanece, lo que prolonga la exposición. Esta persistencia se conoce como “humo de tercera mano” y puede tener efectos acumulativos con el tiempo.

Foto Freepik

Riesgos para la salud: mucho más que aroma

Más allá de la atmósfera plácida, el incienso puede convertirse en una amenaza silenciosa, sobre todo para los grupos más sensibles. El aire perfumado que parece inofensivo está cargado de compuestos que dañan los pulmones, irritan la piel y afectan incluso al corazón.

Personas con alergias, asma o problemas pulmonares tienen aún más motivos para preocuparse. Los niños y ancianos, cuyos sistemas respiratorios son más vulnerables, también están en la lista de quienes deberían pensarlo dos veces antes de compartir espacio con el humo del incienso.

Efectos inmediatos y a largo plazo

Tras unos minutos en un ambiente donde se ha encendido incienso, algunos notan dolores de cabeza, molestias en la garganta o picor en los ojos. En otras personas aparecen síntomas de alergia, tos seca o sensación de ahogo.

Si la exposición es constante, los efectos pueden ir más allá de molestias momentáneas. Inhalar partículas tan finas aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades como asma, bronquitis crónica y alteraciones en la función pulmonar. Existen evidencias que ligan al incienso con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer, sobre todo de pulmón y garganta, debido a la presencia de sustancias cancerígenas como los hidrocarburos aromáticos policíclicos.

Algunos componentes, como el formaldehído y benceno, pueden incluso causar daño celular y mutaciones en el ADN, lo que eleva el peligro con el uso frecuente y en espacios poco ventilados.

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Casos y recomendaciones de expertos

Un caso reciente ilustra estos efectos. Una mujer mayor con antecedentes de asma y enfermedad pulmonar obstructiva crónica se vio afectada seriamente por su costumbre diaria de encender incienso, incluso mientras usaba oxígeno. Solo mejoró al reemplazar esta práctica por dispositivos eléctricos sin humo.

Especialistas en alergias y enfermedades respiratorias insisten: los riesgos del incienso no se limitan a quienes lo manipulan. El humo afecta igualmente a familiares, niños o personas que solo están de paso en la casa. El “humo de segunda mano”, como el del tabaco, actúa de manera invisible, instalándose en cortinas, alfombras o ropa durante meses.

La recomendación principal es evitar quemar incienso en espacios cerrados y sin ventilación. Para quienes no renuncian a su uso, es preferible optar por incienso natural y reducir la frecuencia, siempre ventilando bien el ambiente. Existen alternativas como velas aromáticas de cera natural o difusores eléctricos, que pueden ayudar a crear un entorno agradable sin exponer a tantos riesgos.

Las autoridades sanitarias subrayan la importancia de leer las etiquetas y evitar inciensos con fragancias sintéticas o colorantes artificiales. En hogares con niños pequeños, ancianos o personas con problemas respiratorios, lo más seguro es reducir al mínimo posible el uso de estos productos.

Elegir entre relajación y seguridad no siempre es sencillo, pero contar con información actualizada permite cuidar el bienestar de quienes comparten el hogar. El incienso puede seguir siendo un elemento decorativo y aromático, siempre que el usuario tenga en cuenta el equilibrio entre disfrutar de sus aromas y proteger la salud de todos.

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