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Salud

Si tienes las manos y los pies fríos, podrías estar ante uno de estos problemas de salud

Sentir las manos y los pies fríos suele asociarse al clima invernal o a un ambiente con aire acondicionado. Sin embargo, muchas personas notan que, aun en lugares cálidos, sus extremidades permanecen heladas por largos periodos.

Causas comunes de las manos y pies fríos

El motivo más habitual por el que alguien siente las extremidades frías es la vasoconstricción. Cuando la temperatura baja, el cuerpo limita de forma automática el flujo de sangre hacia la piel, poniendo prioridad en mantener templados los órganos internos. Este mecanismo de defensa suele ser temporal y se resuelve al entrar en calor.

Sin embargo, existen otros factores cotidianos que pueden acentuar o perpetuar el frío en manos y pies. El estrés constante activa la respuesta de alerta del organismo, manteniendo los vasos sanguíneos contraídos. El consumo de tabaco daña los vasos, reduciendo su elasticidad y dificultando la llegada de sangre oxigenada. Hábitos como el sedentarismo, la mala hidratación y el abuso de ciertos fármacos también participan en este proceso.

En muchas ocasiones, se observa que personas con baja masa muscular, escasa grasa corporal o quienes realizan dietas extremas reportan también este síntoma por su menor capacidad de conservar el calor. El sudor excesivo y la exposición prolongada al frío ambiental actúan como disparadores adicionales.

Problemas de salud relacionados con manos y pies fríos

Cuando el síntoma no cede o se acompaña de otros signos, conviene considerar causas médicas que comprometen el bienestar. Las principales enfermedades que suelen presentarse con frío en las manos y los pies se dividen en cuatro grupos: vasculares, autoinmunes, endocrinas y neurológicas.

El fenómeno de Raynaud destaca por producir cambios llamativos en la coloración de los dedos frente al frío o el estrés, con alternancia entre palidez, azul y enrojecimiento al recuperar la circulación. Otras entidades, como la diabetes, el hipotiroidismo, la anemia y los problemas circulatorios crónicos, también figuran entre las causas frecuentes.

A menudo, la gravedad se manifiesta cuando aparecen síntomas adicionales: variaciones anormales en el color de la piel, heridas que no cicatrizan, sensación de dolor o entumecimiento. Estos signos justifican una valoración médica para descartar compromiso vascular severo, infección o daño nervioso.

Fenómeno de Raynaud y enfermedades circulatorias

El fenómeno de Raynaud se produce cuando los pequeños vasos sanguíneos de los dedos se cierran de forma exagerada ante estímulos como el frío o el estrés. Esto disminuye de forma transitoria el aporte de sangre, llevando a cambios sucesivos en el color y la sensación de las extremidades. Puede manifestarse de forma aislada (primaria) o vincularse a enfermedades autoinmunes como la esclerodermia, lupus o artritis reumatoide (secundaria).

La mala circulación por arteriosclerosis, acumulación de placas en las arterias, o por hipertensión arterial, impiden que llegue suficiente sangre templada a las extremidades. Con el paso del tiempo, estas condiciones pueden agravar la sensación de frialdad y favorecer la aparición de úlceras o lesiones en la piel.

Foto Freepik

Hipotiroidismo y otras afecciones endocrinas

El hipotiroidismo ralentiza el metabolismo, causando una menor generación de calor corporal. Este trastorno, mucho más frecuente en mujeres y adultos mayores, se acompaña de fatiga crónica, piel seca, caída de cabello y aumento de peso. También condiciona que manos y pies permanezcan fríos, pese a estar en ambientes cálidos o al abrigarse adecuadamente.

Otras enfermedades hormonales, como la insuficiencia suprarrenal, tienen síntomas similares. El control de las hormonas tiroideas y un diagnóstico temprano ayudan a evitar complicaciones y mejorar la sensación térmica.

Neuropatías y daño nervioso periférico

Las personas con diabetes mal controlada pueden desarrollar una complicación llamada neuropatía periférica. Se trata de un daño en los nervios responsables de transmitir las sensaciones desde la periferia al cerebro, lo que distorsiona la percepción del frío y el calor. Este trastorno también puede presentarse en otros contextos: consumo excesivo de alcohol, déficit crónico de vitaminas, infecciones o lesión directa por traumatismo.

En estos casos, la piel puede verse caliente al tacto pero el paciente siente intenso frío o adormecimiento, favoreciendo lesiones inadvertidas. La atención médica especializada previene complicaciones y reduce el avance del daño nervioso.

Diagnóstico, tratamiento y prevención

El diagnóstico de la causa de las manos y los pies fríos se realiza a partir de la historia clínica detallada, el examen físico y estudios complementarios como análisis de sangre, pruebas de función tiroidea, medición del azúcar, capilaroscopía y ecografía vascular. En algunos casos, se solicitan estudios específicos para descartar enfermedades autoinmunes o neurológicas.

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El tratamiento depende de la causa subyacente. Para las formas leves o situacionales, suelen bastar medidas sencillas como abrigarse correctamente, evitar el contacto con el frío extremo y practicar ejercicios suaves que favorezcan la circulación. Las técnicas de relajación y la reducción del estrés aportan beneficios notables en personas con respuestas vasoconstrictoras exageradas.

En las enfermedades vasculares o autoinmunes diagnosticadas, pueden indicarse medicamentos vasodilatadores, inmunosupresores o anticoagulantes, según el caso. La diabetes requiere un control riguroso del azúcar en sangre y la corrección del déficit vitamínico ayuda en casos de neuropatía. El abandono del tabaco y la adopción de un estilo de vida saludable forman parte del manejo global para limitar la progresión y los síntomas.

La prevención cobra relevancia en quienes presentan antecedentes familiares, exposición a ambientes fríos o padecen enfermedades de base. La educación sobre la importancia del cuidado de la piel, el chequeo regular de las extremidades y el manejo del estrés permite minimizar el impacto negativo de estas patologías.

Recibir atención médica oportuna cuando surgen síntomas como cambios en el color de la piel, dolor intenso, heridas de lenta curación o entumecimiento persistente ayuda a evitar secuelas más graves, como la aparición de úlceras, infecciones o incluso la pérdida de tejidos.

Reconocer la relación entre las manos y los pies fríos y posibles trastornos de salud, así como la importancia de una evaluación profesional, es clave para conservar la calidad de vida y prevenir complicaciones mayores.

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