“Tú tienes ganas y yo no”, cómo abordar el problema del desequilibrio del deseo sexual en la pareja
“Tú tienes ganas y yo no” se repite en silencio en muchas camas. A veces llega con discusiones, otras con portazos suaves, con excusas, con miradas que se esquivan. Poco a poco, el tema se vuelve delicado y la tensión se instala entre las sábanas y también en el día a día.

Qué significa el desequilibrio del deseo sexual y por qué no es culpa de nadie
Cuando se habla de desequilibrio del deseo sexual en la pareja se describe una situación clara: una persona siente ganas de tener relaciones con más frecuencia o intensidad que la otra. Puede tratarse de un deseo sexual bajo en una de las partes, de una libido alta en la otra, o de ambas cosas al mismo tiempo.
El deseo cambia con las etapas de la vida. El estrés del trabajo, la crianza, los cambios de salud, las hormonas o la situación emocional influyen en cómo responde el cuerpo. Hay épocas con más energía y otras con menos, y eso es esperable.
Comparar la propia relación con la de amistades, con lo que se ve en redes o con lo que “se supone” que es normal solo aumenta la presión. Lo saludable es comprender que cada pareja tiene su propio ritmo y recordar que no es culpa de nadie sentir más o menos ganas.
Causas frecuentes cuando uno tiene más ganas que el otro
Entre las causas habituales se encuentran el estrés y agotamiento, el cansancio crónico, las preocupaciones económicas, la crianza intensa, la monotonía en la relación, los conflictos de pareja no resueltos, ciertos medicamentos, la depresión, los cambios hormonales, la baja autoestima o la sensación de aburrimiento en la cama. El cuerpo no responde igual cada día, tampoco la mente, y esa variabilidad es normal; cuando se entiende, se reduce la tentación de culpar o de culparse.
Cómo afecta este desequilibrio a la relación y a la autoestima
La persona que tiene más deseo a menudo vive las negativas como un rechazo, se pregunta si ya no resulta atractiva o interesante. En paralelo, quien siente menos ganas puede experimentar culpa, vergüenza, presión y hasta miedo a perder a la pareja. El problema deja de ser solo sexual y se convierte también en emocional.
Si no se habla con cuidado, aparecen la distancia emocional, los silencios prolongados, el resentimiento y, muy a menudo, todavía menos ganas. Es como un círculo que se alimenta a sí mismo y que hace que ambas personas se sientan más solas aunque duerman juntas.
Cómo hablar de “tú tienes ganas y yo no” sin peleas ni culpas
La comunicación clara, honesta y tranquila es la base para cuidar el vínculo cuando el deseo no coincide. No se trata de convencer a la otra persona ni de ganar una discusión, sino de entender qué vive cada quien y buscar un punto de encuentro posible.
Ayuda elegir un momento sin prisas, sin pantallas, preferiblemente fuera de la cama. Hablar con voz calmada y desde la propia experiencia, no desde el reproche, reduce la defensiva y permite que la conversación sea más constructiva.
Frases que ayudan a hablar del deseo sexual sin atacar
Resulta más útil hablar desde el yo que lanzar acusaciones. Por ejemplo, una persona puede decir “me gustaría que habláramos de cómo vivimos el sexo últimamente” o “cuando intento acercarme y no te apetece me siento triste y confundida”. También puede expresar “necesito entender qué te pasa para no imaginar cosas peores”.
Este tipo de frases abre espacio al diálogo sin reproches y favorece la escucha activa. En cambio, expresiones como “nunca quieres”, “siempre me rechazas” o “no te importo” ponen a la otra persona a la defensiva y cierran la puerta a la empatía.
Poner límites sanos y acordar qué sí y qué no
Hablar de lo que no se quiere también protege el vínculo y el deseo. Cada miembro de la pareja puede decir qué frecuencia le resulta cómoda, qué tipo de contacto le apetece más y qué cosas prefiere evitar. Establecer límites claros ayuda a que nadie sienta que cede por obligación.
El consentimiento debe ser libre, entusiasta y renovable. Nadie tiene la obligación de mantener relaciones por miedo a perder a la pareja o por pura inercia. Cuando hay respeto mutuo, las personas se sienten más seguras, y eso, a largo plazo, favorece que el deseo tenga espacio para crecer.

Pequeños cambios que pueden ayudar a equilibrar el deseo sexual
A veces no hace falta un cambio radical, sino pequeños ajustes que alivien la tensión diaria. Compartir más las tareas de la casa, cuidar los tiempos de descanso, organizar algún rato sin interrupciones y bajar el nivel general de estrés puede tener más efecto en el deseo que cualquier truco rápido.
También ayuda recordar que el cuerpo necesita sentirse seguro para desear. Si la pareja se siente atendida, escuchada y valorada en lo cotidiano, será más fácil que aparezcan las ganas de acercarse sin sentir que se está cumpliendo una obligación.
Cuidar la intimidad más allá del sexo
La intimidad emocional no se limita a la penetración ni a la relación sexual completa. El cariño diario se construye con abrazos largos, caricias sin prisa, besos que no tienen como objetivo “ir a más”, miradas cómplices, mensajes afectuosos y pequeños gestos de cuidado. Reservar ratos de conexión de pareja sin pantallas, sin hablar de problemas y sin presiones eróticas fortalece el vínculo y, con el tiempo, suele reactivar el deseo.
Redescubrir la sexualidad sin tanta presión por el coito
Resulta útil pensar el sexo como un espacio de juego erótico más amplio. Masajes con aceite, besos largos, exploración del cuerpo propio y del de la pareja, masturbación mutua, fantasías compartidas, caricias lentas, pueden ayudar a que ambos se reconecten con el placer. El foco está en el placer compartido, en lo que se siente bien para cada uno, y no tanto en cumplir un guion fijo.
Cuando hay menos presión por el rendimiento, baja la ansiedad y sube la curiosidad. Eso facilita que incluso la persona que tiene menos deseo se sienta más libre para escuchar qué le apetece, sin miedo a que cualquier gesto se convierta en una obligación.
Cuándo puede ayudar un profesional de la sexología
La terapia sexual puede resultar útil cuando las discusiones por el sexo son constantes, cuando hay dolor en las relaciones, dificultades de erección, problemas de lubricación, antecedentes de trauma o sensación de bloqueo que no se mueve pese a los intentos de hablar. En esos casos, pedir ayuda profesional no significa fracaso, sino cuidado del vínculo.
Un o una sexóloga acompañará a la pareja a entender qué está pasando, a bajar culpas y a encontrar formas más amables de relacionarse con el deseo, con el cuerpo y con el otro. Muchas parejas sienten alivio solo con tener un espacio seguro donde hablar de estos temas en voz alta.
