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Salud

Tus riñones cambian cuando haces esto todos los días (y no es lo que esperas)

Los riñones mantienen en equilibrio a casi todo nuestro cuerpo. Trabajan sin pausa para filtrar la sangre, regular líquidos, eliminar toxinas y ajustar la presión arterial. Sin embargo, muchos no piensan en ellos hasta que empiezan los problemas. En todo el mundo, más del 10% de la población convive con algún grado de enfermedad renal crónica, un dato que va en aumento y afecta cada vez a más jóvenes y adultos en España.

Transformaciones silenciosas en los riñones por costumbres cotidianas

Los riñones se ajustan una y otra vez a lo que se come, lo que se bebe y la manera en que se vive. Cada hábito cotidiano deja huella en su funcionamiento, a veces para bien y otras veces para mal. La hidratación correcta hace más fácil su trabajo, permite filtrar toxinas y mantener los electrolitos saludables. Por el contrario, el exceso de sal sobrecarga los glomérulos y puede subir la presión, un enemigo frecuente del riñón.

El tipo de dieta también marca diferencia. Las dietas ricas en ultraprocesados suelen aportar más sodio, azúcares y grasas, lo que obliga a los riñones a esforzarse para limpiar la sangre. Comer muchas proteínas animales aumenta los residuos nitrogenados, lo cual complica más el filtrado. Además, llevar una vida sedentaria o, al revés, forzar el cuerpo sin hidratarse bien durante la actividad física, puede afectar la perfusión renal.

La automedicación es otro villano invisible. Analgésicos y antiinflamatorios, consumidos sin control, atacan los túbulos renales y pueden acelerar el daño crónico. El estrés crónico y dormir mal alteran las hormonas y la presión, lo que repercute en la microcirculación renal y favorece el desgaste de estos órganos.

Los riñones hacen todo lo que pueden para compensar, pero llega un momento en que los pequeños cambios suman y dejan señales.

El papel de la hidratación y la dieta: más allá del agua

Beber agua suena sencillo, pero aquí la clave está en el equilibrio. Los riñones gestionan cada vaso, asegurando que no sobrecargue ni falte. Tomar poca agua dificulta la eliminación de residuos, aumenta el riesgo de cálculos y provoca mayor concentración de orina. No esperar a sentir sed ayuda a evitar esa deshidratación silenciosa que se acumula con el tiempo.

El exceso de agua tampoco es bueno. Si bien beber unos dos litros diarios funciona para muchos adultos, ese número no vale igual para todos. Cuando se consume agua sin moderación, especialmente en personas con función renal reducida, se puede diluir el sodio sanguíneo y causar hiponatremia que lleva a cansancio, hinchazón y, en casos graves, convulsiones.

No basta con el agua. La dieta juega igual de fuerte. Comer frutas y verduras frescas facilita la hidratación y reduce la carga para el riñón, mientras que el consumo alto en sal, carnes procesadas y snacks ultraprocesados exige más a la filtración renal y favorece la presión alta.

También hay peligro en los hábitos sociales como el abuso de bebidas energéticas o refrescos azucarados, que alteran el metabolismo renal. La combinación con poco ejercicio activa aún más el círculo vicioso del daño.

Foto Freepik

Uso frecuente de medicamentos y sustancias: cómo castigan tus riñones

No todo pasa por lo que se come y se bebe. Muchos medicamentos, aunque sean de venta libre, representan una amenaza silenciosa. El uso reiterado de antiinflamatorios o incluso de algunos antibióticos sobrecarga los túbulos y agota la reserva funcional del riñón. El abuso de estos fármacos sin supervisión médica multiplica las probabilidades de daño crónico, especialmente en quienes ya viven con presión alta, diabetes o son mayores de 60 años.

El consumo regular de alcohol y tabaco multiplica los efectos negativos. El alcohol modifica la presión y el flujo sanguíneo renal, mientras que los compuestos tóxicos del cigarro incrementan la inflamación y aceleran la destrucción de las nefronas. Las bebidas azucaradas y los suplementos de dudosa procedencia también pueden irritar los riñones y llevar a una insuficiencia más rápida de lo esperado.

Cuando se combinan varios de estos factores con el sedentarismo y el estrés, el daño aumenta. El riñón necesita, igual que cualquier otro órgano, descansos y hábitos suaves para no agotarse antes de tiempo.

Detectar los cambios ocultos en la salud renal

El riñón suele avisar de manera discreta cuando algo no va bien. Cambios en la orina, como la aparición de espuma, variaciones en el color, mal olor o frecuencia no habitual suelen ser signos de alarma. La hinchazón en tobillos, pies o párpados, junto con un cansancio sin explicación, podrían indicar un mal funcionamiento renal.

Estos problemas se presentan muchas veces después de años de sobreesfuerzo sin síntomas claros. Por eso, la única forma de estar seguros es revisando periódicamente la función renal a través de análisis de sangre y orina. Las personas con hipertensión, diabetes, obesidad, antecedentes familiares o que usan medicación crónica deberían asistir a chequeos más seguidos. Detectar una disminución en la tasa de filtración glomerular o la presencia de proteína en la orina permite actuar a tiempo.

Cuidar los riñones pasa por adoptar hábitos sencillos todos los días. Beber suficiente agua, elegir comida fresca, reducir la sal y evitar el consumo de medicamentos y sustancias sin control son las mejores herramientas para mantenerlos sanos por más tiempo. Al respetar estos principios y escuchar las pequeñas señales del cuerpo, se puede vivir con mayor vitalidad y menos sorpresas relacionadas con estos órganos que tanto trabajan en silencio.

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