Un estudio revela que las mujeres con endometriosis tienen más probabilidades de experimentar una menopausia precoz

La endometriosis afecta a más de 190 millones de mujeres en todo el mundo. Esta condición crónica se caracteriza por el crecimiento de tejido similar al revestimiento del útero fuera de este. Los síntomas principales incluyen dolor pélvico intenso, reglas abundantes y problemas de fertilidad. Sin embargo, recientes estudios han puesto sobre la mesa un dato preocupante: quienes viven con endometriosis tienen un mayor riesgo de menopausia precoz.
Entender este vínculo es clave, ya que adelantar la menopausia puede afectar la salud ósea, cardiovascular y la calidad de vida de quienes ya enfrentan los retos de la enfermedad.
Relación entre endometriosis y menopausia precoz
Se ha demostrado que la endometriosis incrementa el riesgo de menopausia precoz, definida como el fin de la menstruación antes de los 45 años. Estudios recientes confirman que las mujeres con endometriosis pueden perder su función ovárica antes de tiempo por varios mecanismos. La inflamación crónica, las cirugías sobre los ovarios y el propio proceso de la enfermedad pueden reducir la reserva ovárica. Un análisis internacional de más de 279.000 mujeres indicó que quienes tienen endometriosis presentan un riesgo casi 50% superior de entrar en menopausia precoz frente al resto de la población femenina.
Este fenómeno puede deberse, en parte, a intervenciones quirúrgicas tempranas, como la extirpación de los ovarios, indicadas cuando otros tratamientos fallan. El agotamiento prematuro del tejido ovárico también contribuye, acelerando el descenso de las hormonas sexuales mucho antes de lo esperado.
Datos epidemiológicos y factores de riesgo asociados
Los datos actuales muestran que alrededor de un 4% de las mujeres con endometriosis experimenta menopausia precoz. El riesgo ajustado, reportado en cohortes europeas, australianas y asiáticas, ronda 1.46 en comparación con mujeres sin la enfermedad. Existen factores adicionales que aumentan aún más esa cifra. Entre los más importantes destacan los antecedentes de cirugías ováricas, intervenciones repetidas, la severidad de la endometriosis y el inicio de síntomas a edades tempranas.
También hay evidencia de que el trauma físico o emocional durante la infancia y adultez puede estar ligado al desarrollo de la endometriosis, y en consecuencia, a un mayor riesgo de menopausia temprana. No menos relevante, la genética y la presencia de enfermedades autoinmunes pueden ser determinantes en la progresión de la enfermedad y su efecto sobre la reserva ovárica.
Consecuencias clínicas de la menopausia temprana
La menopausia precoz no solo marca el fin de la capacidad reproductiva. También acelera el riesgo de enfermedades cardiovasculares, osteoporosis y alteraciones metabólicas. En ausencia de los estrógenos naturales, los huesos pierden densidad más rápido, lo que incrementa el riesgo de fracturas. Las alteraciones en el metabolismo pueden facilitar la aparición de diabetes tipo 2 y dislipidemias.
La salud cardiovascular se resiente, ya que sin hormonas ováricas protectoras, la incidencia de infartos y enfermedades coronarias crece. Además, los síntomas vasomotores (sofocos, sudoraciones nocturnas, trastornos del sueño) suelen ser más intensos y prolongados en mujeres que entran en menopausia anticipada. Todo ello repercute en una salud general más frágil y una mayor necesidad de seguimiento médico.

Diagnóstico, manejo y repercusiones en la calidad de vida
La detección de la endometriosis sigue siendo un desafío clínico. En promedio, el diagnóstico puede retrasarse hasta diez años, lo que deja a muchas mujeres sin tratamiento y con secuelas físicas y emocionales.
El abordaje terapéutico siempre debe ser personalizado, considerando la edad, el deseo de fertilidad y el impacto de los síntomas. La relación entre menopausia temprana y endometriosis obliga a ajustar los protocolos, vigilando con más frecuencia la reserva ovárica y los factores de riesgo cardiovascular en este grupo.
Dificultades diagnósticas y opciones terapéuticas actuales
Identificar la endometriosis requiere un alto grado de sospecha clínica, ya que comparte síntomas con otras enfermedades pélvicas. El método de referencia sigue siendo la laparoscopía con biopsia, aunque nuevas técnicas y biomarcadores están permitiendo diagnósticos más rápidos y menos invasivos.
El tratamiento incluye medidas hormonales, como anticonceptivos orales, dispositivos intrauterinos y agonistas de la gonadotropina, pensados para controlar el dolor y limitar el crecimiento anómalo del tejido. En casos de síntomas graves o cuando se busca preservar la fertilidad, se recurre a la cirugía laparoscópica para eliminar las lesiones. Si las intervenciones fallan, la extirpación de los ovarios provoca una menopausia forzada y precoz, con todas las implicaciones ya mencionadas. Actualmente, nuevas moléculas, como el relugolix en combinación, abren más posibilidades de tratamiento con menos efectos negativos.
La medicina complementaria gana terreno con fisioterapia de suelo pélvico, acupuntura y terapias para el manejo del dolor, que pueden mejorar la calidad de vida de forma significativa.
Impacto en la fertilidad, salud mental y calidad de vida
La fertilidad es uno de los grandes desafíos para quienes viven con endometriosis. La propia enfermedad dificulta el embarazo y, si la menopausia ocurre antes de lo habitual, las opciones se reducen aún más. Este contexto puede causar estrés, ansiedad y sentimientos de duelo en mujeres jóvenes que todavía desean ser madres.
Además, el dolor crónico y las limitaciones físicas afectan la autoestima y la conexión social, provocando aislamiento y síntomas depresivos. El acompañamiento psicológico y el apoyo multidisciplinario resultan esenciales para abordar las consecuencias de la endometriosis y la menopausia anticipada. Equipos formados por ginecólogos, endocrinólogos, psicólogos y fisioterapeutas mejoran el pronóstico y la capacidad de adaptarse a los cambios físicos y emocionales asociados.
El impacto sobre la calidad de vida puede modularse enormemente cuando se reconoce y trata de manera temprana. La integración de la paciente en su plan terapéutico y la disponibilidad de información clara ayudan a disminuir la incertidumbre y el sufrimiento, y abren el camino a una vida más plena a pesar del diagnóstico.