Una mujer de 62 años revela cómo soportó años de dolorosas úlceras bucales antes del diagnóstico de cáncer de lengua
Durante años, una mujer de sesenta y dos años convivió con úlceras bucales dolorosas que iban y venían, sin imaginar que detrás de esas llagas estaba un cáncer de lengua. Su caso, muy parecido al de Margot Blair, la madre escocesa que contó su historia en BBC Scotland, ayuda a entender por qué tantas personas llegan tarde al diagnóstico. Esta experiencia no busca sembrar miedo, sino recordar una idea simple y clara: una llaga en la boca que no mejora en unas dos o tres semanas debe ser valorada por un profesional.
Años de úlceras bucales dolorosas que parecían algo “sin importancia”
Todo empezó con pequeñas lesiones en la lengua, casi invisibles, que la mujer atribuía a haberse mordido o a una pieza dental que rozaba. Algunas veces veía una mancha blanquecina, otras una zona más enrojecida, pero asumía que se trataba de una afta normal. Como había pasado con Margot Blair, las primeras revisiones y una biopsia inicial no mostraron nada alarmante, lo que le dio una falsa sensación de tranquilidad.
Con el tiempo, el dolor se hizo más frecuente. Había días en los que necesitaba tomar analgésicos para poder comer o hablar, y aun así seguía diciéndose que era algo pasajero. Adaptó su dieta, evitó alimentos duros o muy calientes y redujo sus salidas sociales porque hablar largo rato le cansaba. Aun así, retrasaba una consulta más profunda por miedo, por costumbre y porque había aprendido a normalizar el dolor.
Del primer brote a las consultas repetidas al dentista
En varias ocasiones acudió al dentista porque las llagas no terminaban de desaparecer. Probó enjuagues, tratamientos para aftas, cambios en empastes y pequeños ajustes en la mordida. El profesional, como suele ocurrir en muchos casos reales, pensó primero en causas benignas y frecuentes, desde rozaduras mecánicas hasta irritaciones por estrés.
La mujer salía de la consulta con la esperanza de que esta vez sí mejoraría, pero las semanas pasaban y el alivio era incompleto. Esa repetición de síntomas, sin una explicación clara, alimentaba una mezcla de frustración y preocupación, aunque todavía no sospechaba que pudiera tratarse de un tumor.
Dolor al comer, lengua inflamada y una calidad de vida que se desploma
Llegó un punto en que las úlceras dejaron de ser pequeñas molestias. La lengua se inflamó tanto que comer se convirtió en un reto diario. Igual que contó Margot Blair, incluso el agua empezó a tener un sabor extraño, metálico y desagradable. Cada bocado dolía, hablar en teléfono la agotaba y en reuniones sociales trataba de participar lo menos posible para no morderse la lengua hinchada.
Sin quererlo, comenzó a perder peso porque comer le suponía un esfuerzo constante. El abuso de analgésicos le producía malestar estomacal y cansancio, y un día notó un bulto en el cuello que no había sentido antes. Ese ganglio duro e inflamado fue una señal más de que algo serio podía estar ocurriendo, ya que en muchos pacientes indica que el cáncer se ha extendido a los ganglios linfáticos.
El momento del diagnóstico: de una simple úlcera al cáncer de lengua avanzado
Ante la falta de mejoría, la mujer decidió pedir una segunda opinión con un especialista en boca, un cirujano maxilofacial, siguiendo un camino parecido al de la paciente escocesa. En esta consulta, el especialista observó la lengua con detalle, palpó el cuello y, casi de inmediato, sospechó que no se trataba de una simple afta. Solicitó una nueva biopsia y pruebas de imagen como tomografía o resonancia.
El resultado confirmó un carcinoma escamoso de lengua, un tipo de cáncer que se origina en las células que recubren la superficie de la boca. El tumor no era pequeño, y había signos de afectación en los ganglios cervicales. Inicialmente se habló de un estadio temprano, pero el estudio completo reveló un estadio más avanzado, algo similar a lo que ocurrió con Margot Blair cuando su caso pasó de estadio uno a estadio tres.
Biopsias, escáneres y la noticia que nadie quiere oír
La biopsia de la lesión fue el primer paso. El tejido se analizó en el laboratorio y confirmó la presencia de células malignas. Después llegaron las pruebas de imagen para conocer la extensión real del cáncer y comprobar qué ganglios del cuello estaban afectados. Ese cambio de un estadio inicial a otro más avanzado no solo altera el plan de tratamiento, también reduce de forma importante la probabilidad de supervivencia a largo plazo.
El impacto emocional de la noticia fue enorme. La mujer no fumaba, apenas bebía alcohol y se mantenía activa, igual que Margot Blair, lo que evidenció una realidad incómoda: aunque el tabaco y el alcohol aumentan el riesgo, no siempre se encuentra una causa clara para los cánceres de boca.
Cirugía de lengua, ganglios del cuello y tratamiento con radioterapia
El equipo médico propuso una cirugía para extirpar el tumor de la lengua y los ganglios afectados del cuello. Antes de la operación, fue necesario extraer varias muelas para reducir complicaciones en la futura radioterapia. La intervención dejó una cicatriz visible en el cuello y cambios notables en su forma de hablar y de tragar, lo que afectó tanto a su autoestima como a su vida diaria.
Tras la cirugía, llegó un ciclo intenso de radioterapia, concentrado en la zona de la lengua y el cuello, en ocasiones combinado con quimioterapia. El tratamiento alteró su sentido del gusto, le dejó un sabor persistente y desagradable en la boca y la obligó a adaptar de nuevo su alimentación, con el temor constante de acabar necesitando una sonda para poder nutrirse. Aun con todos estos efectos, el objetivo era claro: darle la mejor oportunidad de seguir viva y activa.
Lecciones de esta historia: señales de alarma y cuidados que pueden salvar vidas
De esta experiencia y de casos como el de Margot Blair se desprende un mensaje directo: una llaga en la boca que no cicatriza en un plazo de dos o tres semanas debe ser revisada por un profesional. Si pese a los tratamientos habituales no mejora, es razonable insistir en que se realice una biopsia o que se derive a un especialista en patología oral o cirugía maxilofacial. Detectar un cáncer de lengua en etapas tempranas suele permitir tratamientos menos agresivos y un pronóstico mucho mejor.
Síntomas que no se deben ignorar y cuándo ir al médico
Hay síntomas que merecen una consulta rápida: úlceras que no curan, manchas blancas o rojas persistentes, dolor al tragar o al hablar, mal sabor constante en la boca, sangrados sin causa clara y bultos en el cuello. Ninguno de estos signos significa automáticamente cáncer, pero todos son motivo para pedir una valoración. También ayuda comentar al profesional si la persona fuma, consume alcohol con frecuencia o ha tenido infecciones por VPH, ya que son factores de riesgo conocidos.
El papel de los hábitos saludables y del autocuidado de la boca
La historia de esta mujer recuerda la importancia de la higiene bucal diaria, de las revisiones con el dentista y de un estilo de vida lo más saludable posible. Aunque en muchos cánceres de lengua no se identifica una causa única, dejar el tabaco, moderar el alcohol y escuchar las señales del cuerpo puede marcar la diferencia entre un diagnóstico temprano y uno tardío. Animar a familiares mayores a comentar cualquier cambio en su boca es una forma sencilla de cuidado mutuo.
Al pensar en esta mujer de sesenta y dos años, que pasó años conviviendo con úlceras dolorosas hasta saber que se trataba de cáncer de lengua, su testimonio, tan cercano al de Margot Blair, se convierte en un recordatorio sereno pero firme de que el dolor crónico en la boca no debe normalizarse y de que pedir ayuda a tiempo puede cambiar por completo el camino de muchas personas.