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Salud

¿Por qué se nos curva la espalda con la edad?

Con los años, muchas personas comienzan a notar que su espalda deja de estar recta y aparece esa clásica curvatura en la parte superior. Este fenómeno, comúnmente llamado “joroba”, tiene una causa médica clara y afecta mucho más que la apariencia: puede condicionar el equilibrio, la movilidad y la independencia. El término médico para esa curvatura acentuada es cifosis y, cuando supera los 40 grados, se denomina hipercifosis. Aunque parezca un destino inevitable, en realidad existen formas de prevenir y ralentizar su aparición o gravedad.

La cifosis no solo se relaciona con la vejez. Distintos factores influyen en todas las etapas de la vida, desde la infancia hasta la adultez mayor.

Factores que provocan la curvatura de la espalda con el paso del tiempo

El paso de los años impacta en todas las estructuras del cuerpo, pero la columna vertebral es especialmente vulnerable. Una columna sana tiene una forma de S, pero si se pierde el equilibrio entre fuerzas y soportes, la curva puede hacerse excesiva. La osteoporosis juega un papel central porque debilita los huesos, volviéndolos más propensos a fracturas vertebrales pequeñas y silenciosas. Estas fracturas no siempre causan dolor inmediato, pero sí una lenta pérdida de altura y una postura más encorvada.

La debilidad muscular, sobre todo en la espalda y el abdomen, reduce el soporte para la columna y deja que la gravedad actúe sin resistencia, acentuando la curva. Además, con la edad, los tejidos conectivos pierden elasticidad y aquellas articulaciones que unen las vértebras sufren desgaste, lo que favorece que la postura caiga hacia delante.

Aunque muchas veces se le atribuye solo a los mayores, la mala postura es un desencadenante frecuente desde edades jóvenes. Sentarse largas horas encorvado frente al ordenador o el teléfono puede acelerar el deterioro y la aparición de cifosis postural. Si a esto se suma la falta de actividad física, el avance suele ser más rápido y evidente.

Existen tipos de curvatura que afectan a otras etapas de la vida. La cifosis de Scheuermann aparece en adolescentes por desarrollo desigual de las vértebras, mientras que la cifosis congénita está presente desde el nacimiento por malformaciones óseas. Enfermedades como la artritis, lesiones, infecciones o incluso algunos trastornos neuromusculares también pueden estar detrás de esos cambios en la columna.

El impacto no es solo físico. Las personas afectadas muchas veces sienten dolor constante, pierden varios centímetros de estatura y ven limitada su capacidad para realizar tareas cotidianas.

Foto Freepik

Hábitos, prevención y control de la curvatura vertebral

La fortaleza ósea y muscular se cuida a diario, no solo con medicamentos, sino sobre todo con hábitos. La actividad física regular es la primera línea de defensa para preservar la postura y la calidad de vida. Los ejercicios de resistencia enfocados en la zona dorsal y el tronco ayudan a mantener el soporte necesario para una columna estable.

Los expertos recomiendan acumular al menos 150 minutos de ejercicio moderado por semana, incluyendo movimientos que fortalezcan la espalda y el abdomen. Este tipo de ejercicio, sumado a estiramientos que abran el pecho y los hombros, frena el avance de la curvatura y estimula la movilidad. Ejercicios sencillos como extensiones de columna en el suelo o empujar los omóplatos hacia atrás marcan una gran diferencia con el tiempo.

La nutrición también es clave. Consumir suficiente proteína da el material de base para músculos fuertes, mientras que el calcio y la vitamina D mantienen la densidad de los huesos. Evitar el tabaco y reducir el consumo de alcohol ayuda a no perder masa ósea innecesariamente, especialmente en mujeres posmenopáusicas.

La corrección postural, mantener la cabeza alineada con los hombros y los hombros sobre las caderas, alivia presión en la columna y evita que la gravedad venza. Cambios simples como ajustar la altura de la silla, apoyar los pies y descansar en pausas activas durante el día convierten estos buenos hábitos en rutina.

Las disciplinas como yoga y pilates mejoran el equilibrio y la flexibilidad, haciéndonos más conscientes de cómo nos movemos y sentamos. En casos leves, pueden ser suficientes para revertir la cifosis postural. Cuando existen fracturas o limitaciones mayores, a veces se indican órtesis para dar soporte externo o se recurre a terapias más específicas.

Siempre que haya dolor persistente, rigidez, o una pérdida de estatura considerable, es imprescindible consultar con un profesional de la salud. Un diagnóstico precoz y un seguimiento adecuado permiten actuar antes de que el problema condicione las actividades diarias o la independencia personal.

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