¿Quieres vivir más? La ciencia apuesta por esta combinación: vitamina D, omega-3 y fuerza muscular

En 2025, la investigación en envejecimiento alcanzó un nuevo nivel: científicos europeos y estadounidenses confirmaron que la combinación diaria de vitamina D, omega-3 y ejercicio de fuerza simple puede ralentizar el envejecimiento a nivel celular. Este hallazgo, respaldado por el estudio DO-HEALTH, utiliza herramientas de vanguardia llamadas relojes epigenéticos, capaces de medir el envejecimiento biológico con precisión nunca antes vista.
El impacto de la vitamina D, el omega-3 y el ejercicio en el envejecimiento biológico
El envejecimiento biológico se mide hoy a través de los relojes epigenéticos, que analizan el ADN para estimar la edad funcional de las células y predecir riesgos de enfermedades y mortalidad. El proyecto DO-HEALTH realizó el seguimiento durante 3 años de 777 adultos mayores (promedio 75 años), a quienes se les indicó consumir a diario 2,000 UI de vitamina D, 1 g de omega-3 y practicar 30 minutos de ejercicios de fuerza, tres veces por semana.
El omega-3 por sí solo consiguió ralentizar la edad biológica según tres de los relojes más modernos (PhenoAge, GrimAge2 y DunedinPACE). Sin embargo, cuando se sumaban los tres hábitos (omega-3, vitamina D y ejercicio), el efecto era aún mayor, especialmente en el reloj PhenoAge, el más relacionado con riesgos reales de enfermedad.
¿El resultado tangible? Tras 3 años de intervención, quienes mantuvieron estas rutinas mostraron una edad biológica entre 3 y 4 meses más “joven” que quienes no lo hicieron. En la práctica, este pequeño retraso cobra valor cuando se aplica a lo largo del tiempo: es como si el envejecimiento interno se pusiera en cámara lenta. La ciencia demuestra que cada mes ganado podría traducirse en menos enfermedades cardiometabólicas, menor deterioro y más años de independencia.
Los relojes epigenéticos se han confirmado como indicadores robustos, mucho más precisos que análisis convencionales. El estudio también descubrió que los efectos favorables del omega-3 eran mayores en personas con niveles bajos de estos ácidos grasos en sangre, y que el impacto sumado de los tres hábitos era especialmente evidente en mujeres.

Beneficios globales para la salud y recomendaciones prácticas
La combinación de vitamina D y omega-3 no solo ralentiza el envejecimiento biológico, sino que también ayuda a prevenir infecciones, algunos tipos de cáncer y el síndrome de prefragilidad. Mantener niveles adecuados de estos micronutrientes reduce además el riesgo de caídas, fracturas y pérdida de independencia en la tercera edad.
Los expertos coinciden en que, para adultos mayores, una dosis segura y efectiva son 2,000 UI diarias de vitamina D y 1 g de omega-3 (EPA y DHA combinados). Los pescados azules (atún, salmón, sardina) son fuentes óptimas de omega-3, mientras que la vitamina D se halla en pescados grasos, lácteos fortificados y la luz solar, aunque la exposición suele ser insuficiente en adultos mayores o en climas fríos. En estos casos, la suplementación es práctica y segura bajo control médico.
La fuerza muscular es otro pilar: ejercicios como sentadillas, levantamientos de brazos con botellas o sentarse y levantarse de una silla, realizados en casa durante 30 minutos tres veces por semana, son suficientes para mantener la masa muscular y reducir caídas. Este tipo de actividad se adapta fácilmente, incluso a personas con poca movilidad, y puede iniciarse a cualquier edad.
Reconocer posibles deficiencias de vitamina D y omega-3 resulta clave. Entre los signos más frecuentes están la fatiga persistente, debilidad muscular, dolor óseo y tendencia a las infecciones. Quiénes presentan problemas de absorción intestinal, personas con osteoporosis, veganos estrictos y quienes viven en zonas con poca exposición solar necesitan un enfoque más personalizado y suelen beneficiarse de un control analítico y asesoramiento médico específico.
Mantener el equilibrio entre una dieta diaria completa, suplementación adecuada y ejercicio físico regular se traduce en una protección integral, tanto en la ralentización del envejecimiento como en la reducción del riesgo de padecimientos comunes a partir de los 60 años.
