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Cocina, recetas y alimentos

Esto es lo que le sucede al cuerpo cuando exageras con la proteína

Las proteínas son fundamentales para el cuerpo humano. Actúan como el material de construcción de los músculos, reparan tejidos, participan en la creación de hormonas y mantienen en forma el sistema inmunitario. Detrás de cada movimiento, cada recuperación física y cada célula, hay proteínas trabajando sin descanso. Sin embargo, hoy muchas personas consumen más proteína de la necesaria, impulsadas por tendencias alimentarias, falta de información o el deseo de mejorar rápidamente su salud y su físico.

Consecuencias de consumir proteína en exceso

Cuando el consumo diario de proteína supera las necesidades reales del organismo, el cuerpo se ve obligado a procesar y eliminar el sobrante, lo que genera varias reacciones. Los riñones y el hígado asumen una carga adicional, el sistema digestivo puede resentirse y la hidratación se ve comprometida. Además, poco se habla de los efectos a largo plazo: aumento del riesgo cardiovascular, sobrecarga metabólica y alteraciones en la salud ósea y digestiva. Los síntomas pueden aparecer de manera gradual: molestia en la zona lumbar, estreñimiento persistente, fatiga y fluctuaciones de peso.

Efectos sobre los riñones y el hígado

El metabolismo de tantas proteínas produce residuos metabólicos que deben ser filtrados por los riñones. Aumenta la excreción de productos como el ácido úrico y la urea, lo que pone a prueba los filtros del cuerpo. Con el tiempo, en personas con predisposición, esto puede derivar en daño renal y formación de cálculos. Además, el hígado se encarga de transformar el excedente de aminoácidos en energía o lo convierte en grasa, lo que puede sobrecargar sus funciones, especialmente si ya existen antecedentes de enfermedades hepáticas.

El exceso de amoníaco, producto del metabolismo proteico, también puede impactar a nivel cerebral y causar dificultades cognitivas ligeras, sobre todo en quienes ya tienen alguna condición previa o en adultos mayores. El incremento sostenido en la producción de ácidos y metabolitos suele manifestarse también en molestias articulares o musculares, relacionadas con la acumulación de desechos.

Problemas digestivos y deshidratación

Un alto consumo de proteína rara vez viene acompañado del suficiente aporte de fibra. Cuando predominan en la dieta las carnes, los lácteos y los suplementos, disminuye la ingesta de frutas, verduras y cereales integrales. Esto ralentiza el tránsito intestinal, favoreciendo el estreñimiento, la hinchazón y el malestar digestivo. Además, metabolizar el exceso de proteína requiere más agua, por lo que el cuerpo elimina líquidos en mayor cantidad, lo que puede producir deshidratación: dolor de cabeza, orina más oscura, sequedad en la piel y fatiga inexplicable forman parte de los síntomas más habituales.

El equilibrio intestinal depende no solo de consumir proteínas de calidad, sino también de mantener una microbiota diversa. La baja ingesta de fibra junto con el exceso de proteína animal puede perjudicar la salud intestinal, generando inflamación y reduciendo el número de bacterias beneficiosas, lo que a largo plazo impacta el sistema inmunitario y el metabolismo.

Foto Freepik

Desequilibrios nutricionales y otros riesgos

Priorizar la proteína de forma desmedida desplaza a otros macronutrientes como los carbohidratos y las grasas saludables, esenciales para el cerebro, el corazón y la energía cotidiana. Una alimentación rica en carnes rojas y procesadas, con poco espacio para legumbres, semillas y granos integrales, puede aumentar el colesterol LDL, lo que favorece la aparición de enfermedades cardiovasculares.

El consumo elevado y mantenido de proteínas también puede hacer que el cuerpo pierda calcio en la orina, debilitando los huesos y aumentando el riesgo de osteoporosis con el paso del tiempo. Además, puede contribuir al aumento de peso si las calorías totales son superiores al gasto, pues el cuerpo convierte el sobrante en grasa.

No solo el equilibrio físico se ve alterado. Cuando la dieta es muy baja en carbohidratos y rica en proteína, pueden aparecer cambios de ánimo, insomnio y sensación de irritabilidad, ya que el cerebro recibe menos glucosa y se reduce la producción de serotonina, afectando el bienestar mental.

Cómo lograr un consumo equilibrado de proteínas

La recomendación habitual para adultos sanos es de 0,8 gramos de proteína por cada kilogramo de peso corporal. Quienes hacen mucha actividad física o buscan aumentar masa muscular pueden requerir más, pero siempre de manera ajustada y guiada por un profesional.

La clave está en la variedad y en combinar fuentes de proteína magra (como pescado, pollo sin piel, huevos, yogur griego, legumbres y frutos secos) con abundantes verduras, frutas y cereales integrales. Así se asegura un buen aporte de fibra, micronutrientes y antioxidantes, optimizando la salud cardiovascular e intestinal.

La dieta mediterránea sigue siendo uno de los mejores modelos para equilibrar proteína y fibra, ya que incluye pescados, legumbres, aceite de oliva, frutas y verduras frescas. En caso de enfermedades previas (renal, hepática o metabólica), siempre es indispensable ajustar la cantidad de proteína y el tipo de fuente bajo seguimiento médico o nutricional.

Antes de hacer cambios importantes, especialmente cuando se trata de suplementos o dietas hiperproteicas de moda, conviene consultar con un profesional de la salud o un nutricionista. Solo así se adaptan las recomendaciones a las necesidades y condiciones reales de cada persona. Abordar la alimentación con información y confianza permite cuidar el cuerpo en todas las etapas de la vida.

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