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Cocina, recetas y alimentos

Ajo: 7 poderosos beneficios terapéuticos para tu salud

El ajo ha sido protagonista en la cocina y en la medicina natural desde tiempos antiguos. Su aroma y sabor son inconfundibles, pero lo que pocos imaginan es su riqueza en compuestos que pueden cambiar la salud de quien lo consume habitualmente.

Compuestos del ajo y cómo potencian la salud

La magia del ajo no ocurre por casualidad. Los beneficios de este bulbo se explican gracias a compuestos biológicamente activos, principalmente la alicina. Esta sustancia se genera cuando se corta, machaca o pisa el ajo crudo, liberando un aroma intenso que anuncia su potencia. A la alicina se suman otros elementos como el ajoeno y varios tipos de sulfuros, cada uno con efectos propios sobre el cuerpo.

Estos compuestos tienen acciones antimicrobianas, antioxidantes y antiinflamatorias. La ciencia moderna los estudia por su capacidad de proteger el corazón, reforzar las defensas naturales y prevenir el daño de los radicales libres. La forma de consumir el ajo resulta clave: crudo y reposado unos minutos después de triturarlo, el bulbo revela su mayor carga de compuestos saludables. Cocido puede perder parte de estas propiedades, aunque sigue aportando valor al organismo.

Siete beneficios terapéuticos comprobados del ajo

El ajo, conocido como Allium sativum, se ha consolidado como aliado de la salud cardiovascular. Su consumo regular ayuda a reducir la presión arterial, apoyando la elasticidad de los vasos sanguíneos y promoviendo una mejor circulación. Varios ensayos clínicos han mostrado que personas con hipertensión pueden experimentar descensos leves pero significativos al incluir ajo crudo en su dieta.

Además, el ajo actúa sobre el colesterol, en especial el LDL, considerado nocivo cuando se acumula en exceso. Los compuestos sulfurados contribuyen a disminuir estos niveles y a mantener las arterias en buen estado. Esta acción, junto a su efecto en triglicéridos, hace que médicos lo recomienden para el cuidado cardiovascular, sobre todo en adultos mayores y personas con antecedentes familiares de infartos.

A nivel inmunológico, el ajo es un verdadero escudo. Fortalece las defensas del organismo, ayudando a combatir resfriados, infecciones leves y gripes. La alicina y otros elementos aceleran la respuesta de los glóbulos blancos y dificultan la propagación de bacterias, virus y hongos, por eso algunos lo catalogan como un antibiótico natural de amplio espectro.

El ajo también protege el sistema digestivo. Actúa como prebiótico, promoviendo el crecimiento de bacterias benéficas en la microbiota intestinal. Además, puede aliviar molestias como gases, hinchazón y trastornos menores causados por desequilibrios digestivos. Si se consume de forma moderada, se convierte en aliado frecuente para quienes buscan digestiones más ligeras.

En el caso de la diabetes tipo 2, la literatura científica apunta a una mejora en la sensibilidad a la insulina. Esto se traduce en una mejor regulación de la glucosa y, por tanto, en una ayuda para quienes deben controlar estos valores constantemente. Aunque nunca reemplaza el tratamiento médico, sí suma a una estrategia completa contra el avance de la enfermedad.

Otra virtud del ajo es la prevención del cáncer gastrointestinal. Los estudios señalan que sociedades con alto consumo de ajo muestran tasas más bajas de ciertos tumores digestivos. Los compuestos antioxidantes y antiinflamatorios actúan como porcentaje preventivo ante la formación de células anormales, si bien es importante recordar que el ajo complementa otros hábitos protectores como una dieta rica en verduras y baja en carnes procesadas.

El último beneficio se relaciona con su capacidad antioxidante. El ajo ralentiza el ”’envejecimiento celular”’ y reduce el daño de los radicales libres. Esto no solo implica una piel más cuidada, también protege al cerebro y podría ayudar a prevenir enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer, gracias a la protección de las células neuronales.

Foto Freepik

Cómo incorporar el ajo en la rutina diaria

Una de las formas más potentes de obtener los beneficios del ajo es comerlo crudo. Triturar o picar los dientes y dejarlos reposar durante diez minutos antes de consumirlos en ensaladas, guacamole o simplemente sobre pan tostado ayuda a activar la alicina. Si el sabor es demasiado fuerte, se puede mezclar con jugo de limón o incluir en aderezos suaves.

Otra opción son los extractos o cápsulas de ajo, que concentran sus compuestos y reducen el olor característico. El ajo negro, fermentado, es más suave de sabor y aporta antioxidantes extra. Algunas personas prefieren preparar infusiones calientes o añadirlo en pequeñas dosis a guisos y sopas para evitar el choque inicial, aunque así se pierde parte de la alicina.

Para quienes buscan seguir una pauta segura, la recomendación más compartida es incluir entre uno y dos dientes de ajo crudo al día, bien distribuidos en la alimentación. En suplementos, entre 300 y 1000 mg de extracto estandarizado ofrece efectos similares. Lo importante es consumirlo de forma regular y como parte de una dieta equilibrada que respete la variedad de alimentos.

Precauciones y efectos adversos del consumo de ajo

No todo el mundo tolera el ajo igual. Algunas personas experimentan molestias digestivas como acidez o dolor estomacal, sobre todo si lo toman en ayunas o en exceso. El ajo puede interactuar con medicamentos anticoagulantes, aumentando el riesgo de sangrado y complicaciones, por eso se aconseja evitarlo antes de operaciones o en quienes tienen problemas de coagulación.

Durante el embarazo o la lactancia, y en pacientes con tratamientos para la presión o inmunosupresores, conviene consultar con el médico antes de consumir grandes cantidades de ajo. También puede provocar alergias leves en casos poco frecuentes, o causar mal aliento y sudor intenso por su contenido de compuestos sulfurados.

El consumo cotidiano de ajo en la cocina convencional suele ser seguro para la mayoría. Las molestias suelen disminuir si se inicia con cantidades bajas y se aumenta con el tiempo. Escuchar el propio cuerpo es fundamental y ante síntomas persistentes, detener el consumo y consultar a un profesional de la salud.

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